Disfraces, máscaras, diversión y buen humor en las calles es significado de que una vez más llega una de las celebraciones que muchos esperan a lo largo del año, el carnaval. Una celebración que ha pasado de generación en generación desde miles de años atrás y que se vive en familia, con amigos o en muchos casos en solitario, donde lo más importante es disfrutarlo. Asociaciones, peñas, comparsas, murgas, gastronomía…todo esto se une durante estos días, con la particularidad de que en cada lugar se vive de una manera distinta, algo que hace que el carnaval de cada pueblo sea peculiar y, a su vez, mantenga una esencia única en cada uno de ellos. 

El carnaval es una celebración que se remonta a las fiestas paganas de hace más de 5.000 años. Días de diversión, bailes y disfraces que han pasado de generación en generación, de padres a hijos y que llega hasta nuestros días. Si bien es cierto, no en todos los lugares del mundo se vive un carnaval igual. Cada país, cada ciudad y cada pueblo tiene sus costumbres que hacen, de algún modo, que sea diferente a los demás, ni peor ni mejor, simplemente distinto. En España no es igual vivirlo en Madrid, Andalucía o Castilla-La Mancha por ejemplo, pero sí que en cada uno de los lugares se vive y disfruta como el que más.

Todos tenemos algún familiar, ya sean nuestros padres, abuelos, tíos o primos, a los que le gusta vivir estas fiestas. Pero, ¿ser carnavalero se nace o se hace? Hay quien dice que quien es carnavalero desde que nace lo hereda de un “gen” que va pasando de padres a hijos. Evidentemente, vincular la tradición de carnaval a nuestros hijos es algo que suele darse desde que son pequeños, a veces con fortuna, y otras veces se adquiere con los años. Igualmente, puede que a nuestros hijos no les guste seguir con esa “tradición”, el carnaval te gusta o no te gusta.

Muchos recordarán cómo vivían el carnaval cuando eran pequeños, disfrazados junto a sus padres y disfrutando de la fiesta, los bailes, los guateques y el ambiente de la calle. Porque eso sí, un auténtico carnavalero lo vive en la calle. Una fiesta que, aun con sus altibajos, es una tradición que nunca se pierde allá donde siempre ha estado. El caso es que son los jóvenes, las nuevas generaciones, las que tienen que ser partícipes de estas fiestas, muchos de ellos tal vez no hayan “nacido” carnavaleros, pero se “hacen”. Se preparan, se organizan, se disfrazan y participan.

En muchas partes es tradicional que desde pequeños se les haga participar en diferentes concursos o desfiles, algo que en muchos casos no se olvida y que cuando van creciendo siguen disfrutando del carnaval. Y es que, cuando vives el carnaval, si te engancha, no lo dejas escapar. Improvisas, buscas diferentes temáticas para disfrazarte, elaboras trajes… en definitiva, quieres vivir el carnaval.

Hoy día encontramos prácticamente cualquier tipo de disfraz en las tiendas, algo que antaño tal vez no se veía tanto, todo era más manual, más artesano, más de cosecha propia. O incluso el coger cualquier trapito y/o una máscara y a “funcionar”. Eso también es carnaval, mientras haya alegría, disfrute y buen humor. Sí, sentir el carnaval como algo propio, reírse de uno mismo, incluso de los demás, siempre con respeto, disfrutar como si no hubiese un mañana, dejar los problemas a un lado, esa es la esencia de esta fiesta.

Muchos siglos han pasado desde que dio comienzo la festividad de carnaval, sin duda, algo que poco tiene que ver con lo que hoy conocemos, pero que seguimos disfrutando igual.

El carnaval en familia.- El carnaval en familia se vive no solamente los días que dura esta celebración, comienza mucho antes, prácticamente desde que se termina la Navidad. Ideas, telas para elaborar trajes, aguja, hilo o la búsqueda de disfraces en el “baúl de los recuerdos”, quedando totalmente “prohibido” en muchas familias el comprar un disfraz hecho, todo se hace manual, ya sea un disfraz lujoso o cualquier tipo de “trapo” para vestirse de mascara callejera, pero siempre con telas y “apaños” que se hacen artesanalmente. Lo importante es disfrutar en familia; creatividad, ilusión, papel, cartones, telas, pegamento, tijeras…elementos destinados a divertirse todos juntos. Sobre todo, porque a quien le gusta esta fiesta, quiere que sus hijos también la disfruten. Hoy en día son muchas las tiendas, también en internet, donde encontramos todo tipo de trajes y complementos de carnaval: mascaras, disfraces de princesa, de pirata, sombreros, pelucas, etc. Todo un mundo de ilusión, creatividad e imaginación para despertar en ellos el “poder del carnaval”. Otra de las cosas que suelen vivirse en muchas familias es la elaboración de dulces típicos de estas fechas; rosquillas, buñuelos o flores azucaradas que se realizan entre todos.

Todo tipo de preparativos para, una vez que llegan los días de celebración del carnaval, no “pisar por casa”, a menos que sea para disfrazarse o cambiar de disfraz para salir a la calle. Y es que, un buen carnavalero o carnavalera sabe bien que el carnaval se vive en la calle. Y no es algo que sea reciente, para nada, ya que nuestros abuelos sabían bien lo que era vivir el carnaval en la calle. Pero, ¿cómo lo vivían ellos?

Muchos recordaran como se vivían los carnavales en épocas pasadas. Y en muchos, estará la imagen grabada de ver por las calles a esas personas que, con una máscara, o en muchos casos con un trozo de tela o un cartón con agujeros, un mono de trabajo o una camisa y unos pantalones, se introducían cojines, almohadas o algún otro tipo de material en el cuerpo para “deformarse” y abultar el pecho o el trasero, incluso cambiando su forma de caminar y su voz para no ser reconocidos a la voz de “¿A que no me conoces?”. Sí, algo que aún se sigue viendo en las calles y que heredamos de nuestros antepasados. Es más, muchos de ellos llevaban escobas, sí sí, escobas de barrer, ya que, tendemos a tener la mano muy larga, queriendo ver y averiguar el rostro de quien nos habla, por lo que, si se intentaba, te llevabas un “escobazo”.

Por aquel entonces no hacía falta gastar dinero en disfraces, tampoco es que los hubiese en los comercios, o si los había, era cosa de poco. Cualquier ropa vieja que no usábamos a diario o cualquier tela, era suficiente para salir a la calle. Muy común también, ver como los hombres se vestían de mujeres y viceversa, algo que también se sigue haciendo, pero que por aquel entonces, no a todo el mundo gustaba.

Pero tal y como pasaban los años también evolucionaban los disfraces y, aun sin ser de muy “allá”, comenzaban a verse vestimentas tan típicas como de fraile, payaso, bruja, militar o de “vieja”.

Prohibición del carnaval.- Hubo una época en España, llegada la guerra civil y la posguerra, donde el carnaval estuvo terminantemente prohibido, o al menos, en algunos lugares. El régimen franquista, contando con la Iglesia Católica, daría promoción a otro tipo de festividades de carácter más religioso, dejando al margen festividades de tipo popular o lúdico, como en este caso, el carnaval. Esta celebración, con raíces paganas como mencionábamos al principio del reportaje, no se ajustaba a la doctrina Católica, por lo que quedaría totalmente suspendida mediante Orden Circular del Boletín Oficial del Estado durante la guerra civil en el año 1937, y posteriormente, tras finalizar la guerra, por el Ministerio de la Gobernación en el año 1940. Aun con esta prohibición legal, el carnaval no dejó de celebrarse en muchos lugares, eso sí, con la máxima discreción posible. Muchos eran los que, llegada la fecha, querían disfrutar, divertirse, disfrazarse o incluso cantar alguna que otra coplilla de carnaval, aunque supusiera hacerlo en sitios cerrados o privados. Con los años, esas celebraciones que se hacían a “escondidas”, poco a poco fueron haciendo su aparición públicamente. Se iba “levantando la mano”, había más tolerancia por las autoridades y, el carnaval, volvía a ir viendo la luz, alegrando las calles y dando colorido a varios años de prohibición. Un carnaval que fue modernizándose y cambiando a lo que más o menos conocemos hoy en día.

Peñas, Comparsas, Murgas y “Carnavaleros/as”.- Las peñas de carnaval son otra de las partes importantes y que están muy presentes en estas fiestas, muchas de ellas con varios años de historia, donde han pasado abuelos, padres e hijos, continuando con la tradición para que no se pierda. Igual pasa con las comparsas y murgas, que también cuentan con muchos años de tradición. Comer y beber en los bares, bailar en la calle, reírse, divertirse. Y, desde luego, no importa como salgas a la calle, da igual si el disfraz es bonito o feo, si es nuevo o viejo, la esencia esta en vivirlo con sus bromas, risas y jolgorio. Si bien es cierto, antes se vivía mucho más el carnaval de día. En este aspecto puede que algo haya cambiado, aun viviéndose durante el día, la noche también ha cogido mucha fuerza, sobre todo entre los más jóvenes. Y no podemos olvidarnos de las “Charangas”, animando las calles con su música.

En muchos sitios también existen reconocimientos como “Carnavalero/a del año”, “Mascara Mayor” o “Rey o Reina del Carnaval”, da igual con que nombre se denomine, pero es todo un privilegio a quien se le otorga. Un reconocimiento que se hace visible a esas personas que han vivido, viven y vivirán el carnaval mientras puedan, y que, por tanto, es un honor para ellos, ya que, durante los días de celebración estarán presentes en todos o la mayoría de los actos oficiales, “capitaneando” a todos los carnavaleros.

El carnaval es una de las celebraciones más esperadas por todo aquel que le gusta la fiesta, el buen rollo y el buen humor. En familia, con amigos o en solitario, da lo mismo, vivir el ambiente es lo más importante. Los disfraces y las máscaras son los componentes que más asociamos al carnaval, pero no podemos olvidar que también están vinculados los bailes, los cantes o la gastronomía, algo que es muy habitual ver sobre todo en los pueblos. El carnaval es una festividad mágica, que con los años, ha ido evolucionando, tanto en disfraces, más modernos y llamativos, como en la manera de vivirlos, pero lo que siempre está presente, es la esencia que tiene cada lugar.

Y es que, el carnaval es una fiesta muy particular de cada pueblo, no hay un pueblo que sea mejor que otro, cada uno tiene su propia esencia, eso es lo que hace que cada lugar sea distinto o diferente a los demás. Una tradición que ha ido pasando de padres a hijos durante siglos de historia. Y por supuesto, no hay que olvidar que, aun siendo solamente unos días donde “desconectamos de todo”, como dice la canción, “LA VIDA ES UN CARNAVAL”.

Texto: Juan Diego García-Abadillo Orea

Fotos: Ayer&hoy