Francisco Marín junto a su esposa Emilia Perona y enfrente de ésta, el hermano de Francisco, Pablo Marín

Francisco Marín junto a su esposa Emilia Perona y enfrente de ésta, el hermano de Francisco, Pablo Marín

Francisco Marín García nació en Montiel el 6 de febrero de 1929. Descendiente de una familia humilde dedicada a la agricultura, vivió en Montiel junto a su familia hasta los 12 años de edad. Al cumplir esta edad se marchó a la localidad de Torre de Juan Abad para trabajar en uno de los comercios más conocidos de la época, el de Don Tomás Martínez, aunque no tenía sueldo pero si comida y estancia. Cumplidos los 13 años, el citado comercio abrió otra tienda en Villahermosa, donde Francisco se desplazaba desde la Torre de Juan Abad en tartana a trabajar durante 3 días a la semana. Así estuvo hasta los 15 años, edad en la que dejo el comercio de “Tomás Martínez” y se marchó a Madrid con el fin de progresar aun siendo años muy complicados. En Madrid consiguió colocarse como dependiente en un comercio de tejidos ganando 250 pesetas al mes, sueldo que no le daba para mucho. Allí conoció y tuvo de compañero al que fuera uno de sus mejores amigos a lo largo de su vida, Vicente Martínez Moya. Ambos tenían dificultades para llegar a fin de mes, pero se les ocurrió la idea de vender tejidos a domicilio pidiendo permiso al dueño del comercio en el que trabajaban, que aceptó sin ningún problema.

Empezaron a moverse por los barrios más acomodados del Madrid de entonces y consiguieron hacerse con una buena y fiel clientela. Tras la buena acogida que tenían con la venta a domicilio decidieron poner un puesto en El Rastro con apenas 17 años, donde vendían fundamentalmente sábanas y tejidos de pana, productos que en la época escaseaban tratándose además de un mercado intervenido. Como anécdota cabe decir que Francisco y Vicente tenían como “vecino” en El Rastro al dueño de ZARA, Amancio Ortega, que vendía por aquel entonces batas de boatiné y con el cual hicieron una buena amistad.

de izquierda a de- recha, Paco y Sebastián Marín, Emilia Perona, Aurelio Marín (hijos y es- posa de Francisco Marín), Alberto y Aurelio Marín (Nietos de Francisco Marín)

De izquierda a derecha, Paco y Sebastián Marín, Emilia Perona, Aurelio Marín (hijos y esposa de Francisco Marín), Alberto y Aurelio Marín (Nietos de Francisco Marín)

Francisco Marín pronto sintió curiosidad por montar un taller para vender directamente el pantalón fabricado, pero había un problema, y es que ninguno de los dos, Francisco y Vicente, tenían conocimiento alguno de corte y confección. Al poco tiempo deciden matricularse en horario nocturno, de forma coordinada en distintas y complementarias academias, Francisco en la Academia Anglo-americana y Vicente en la Academia Pontejos, de tal manera que se intercambiaban los distintos conocimientos con el fin de ahorrarse y evitar el gasto de una, cada uno de ellos. Francisco Marín obtuvo el título de Diseñador y Técnico en corte y confección, hecho que no le hizo perder la relación con la mencionada academia, pues siguió en contacto y colaborando dada la buena amistad que hizo con el director de la misma Don Venancio Blanco, a quien siempre le sorprendió no solo lo despierto y su buena manera de cortar y confeccionar, sino también las buenas artes que tenía a la hora de comercializar y vender el producto. Esta colaboración le llevó a Vestuarios Cornejo, empresa muy conocida en la época que trabajaba principalmente para el mundo del cine, teatro y variedades. Allí probó a artistas de la época de la talla de Jorge Negrete, Luis Sandrini o Lola Flores.

Paralelamente a sus estudios, Francisco y Vicente alquilaron un piso en la calle Vallehermoso de Madrid donde con los únicos instrumentos de una mesa de oficina y unas tijeras comenzaron a cortar a mano pantalones y pijamas, prendas que eran muy demandadas. Según pasaban los días el trabajo iba a más y pronto necesitaron más mano de obra, especialmente costureras que en aquellos días empezaron a colaborar con ellos en sus propios domicilios. Ello les llevó a constituir una sociedad que llamaron “Confecciones Rodas”. Constituida la sociedad y una vez aumentada poco a poco la mano de obra,

Francisco Marín junto a su nieto Alberto Marín

Francisco Marín junto a su nieto Alberto Marín

comenzaron a introducir las prendas que fabricaban en los grandes almacenes de la época como Simeón, Galerías Preciados o Galeprix. A la vez continuaban con la venta a domicilio, que tan buen resultado les dio siempre. Entre todo esto se toparon con un serio problema, el tener que incorporarse al servicio militar, lo que les suponía un frenazo en seco en su actividad. Sin embargo la fortuna, y gracias a la venta a domicilio, les llevó a toparse con un cliente que resultó ser General del Ejército y les ayudo para que aprendieran a escribir a máquina para obtener como destino el Ministerio del Ejército en el departamento de Información y Prensa con un horario únicamente de mañana para facilitarles el poder continuar con su actividad aunque de forma menor. Como anécdota hay que destacar que durante el servicio militar, Francisco Marín logro introducir en el Ejército varias de las legumbres que producía su padre así como muchas otras que se producían en los Campos de Montiel.

Tras el servicio militar la actividad de la confección fue en aumento por lo que comenzaron a fabricar “en serie” llegando a construir un edificio para tal actividad en Plaza Castilla y llegando a fabricar 2.700 camisas diarias de alta calidad. Con el tiempo fue necesario un aumento de capital, entrando nuevos socios en la sociedad que Francisco y Vicente habían creado. Todo iba muy bien pero Francisco Marín en ningún momento olvidó sus orígenes y siempre procuró ayudar a los suyos en la medida de sus posibilidades. Con toda esta actividad en marcha y siendo uno de los responsables de “Confecciones Rodas”, se enamoró apasionadamente de Emilia Perona, natural de Montiel al igual que él. Esto hizo que su vida diera un cambio drástico, abandonando la capital y regresando a sus orígenes aunque nunca dejó de ser socio de “Confecciones Rodas”. En 1954 se casa en Montiel con Emilia, montando ambos, en un comercio de los padres de Emilia, “Confecciones Marín”. Un hecho inédito e impensable en un pequeño pueblo rural como era Montiel donde muchos le calificaron de “loco” por arriesgarse con una cosa así. La verdad es que en el inicio de la actividad se encontró con no pocos problemas ya que por ejemplo no había más que un único despacho de teléfonos que funcionaba en escasas ocasiones o el problema con el transporte de mercancía desde Montiel que tenía que hacerlo con un carro alquilado hasta Villanueva de los Infantes donde había un despacho de agencia. Para la puesta en marcha de la actividad, Francisco Marín hizo un contrato con la empresa de máquinas de coser ALFA, facilitando una de ellas a las señoras interesadas tanto de Montiel como de localidades cercanas como Albaladejo, Almedina o Villahermosa para que pudieran incorporarse al mundo laboral, algo impensable hasta ese momento.

Taller con las costureras de aquella época

Taller con las costureras de aquella época

Paralelamente Francisco Marín abrió un centro de trabajo con taller incorporado y se empezaron a comercializar sus productos tanto en la zona como por Madrid y posteriormente por el resto de España e incluso Guinea, algo inaudito en aquella época. Otra anécdota que contar es que lo que se comercializaba en Guinea nunca se cobraba en dinero, sino en cacao, que posteriormente vendía a los fabricantes de chocolate de la época. Sobre el año 1956, el espíritu expansionista de Francisco Marín le lleva a montar otra fábrica complementaria a la de Montiel en Valdepeñas con muchas más facilidades de comunicación. Como hemos comentado anteriormente, Francisco Marín nunca dejo de ser socio de “Confecciones Rodas” en Madrid, pero al no poder estar pendiente constantemente de la fábrica de Madrid, poco a poco la fábrica madrileña fue en decadencia por lo cual decidió comprar la parte de sus socios y quedarse como único dueño reflotando de nuevo la empresa y salvándola del declive que estaba teniendo para finalmente vender el edificio donde estaba instalado “Confecciones Rodas” aunque en la actualidad sigue vigente como sociedad.

La actividad de Montiel y Valdepeñas siguió progresando en importante ascenso, el mercado fue abriéndose a lo largo de toda España con una importante e imprescindible red de representantes que aún hoy en día se mantiene, siendo también proveedor de distintos ejércitos como el de Aire o el de Marina. La expansión y comercialización de los productos de “Confecciones Marín” no solo se ha limitado al territorio nacional, sino también a países como Francia, Italia, Alemania, Holanda o Portugal. Sus prendas, principalmente camisas y pantalones con marcas como QUIJOTE, MERXI, WITNESS, RANDE o CONFITALIA, han viajado por todo el continente. Posteriormente se han ido incorporando otro tipo de prendas como género de punto, polos, camisetas, sudaderas o ropa deportiva comercializadas como RODAS (marca derivada de la sociedad madrileña citada anteriormente). Hasta 1979 toda la actividad se mantuvo a nombre de Francisco Marín como persona física aunque toda la actividad que se realizaba era conocida con su nombre comercial, “Confecciones Marín”. En ese año se crearon dos sociedades, una en Montiel con el nombre de Confecciones Marín S.A y en Valdepeñas con el nombre MERXI S.A. Dado su enorme volumen y con la llegada de nuevos productos, en 1987 se crean otras dos nuevas empresas denominadas LEIF S.A en Montiel y WITNESS S.A en Valdepeñas.

Francisco Marín, protagonista sin duda de esta entrañable historia y por supuesto de la historia del mundo de la confección en España, nunca ocultó su satisfacción por el grupo empresarial que creó y siempre tuvo un reconocimiento muy especial a su esposa Emilia Perona, quien incansablemente trabajo a su lado. Además de su esposa, hay que destacar otras personas también muy importantes en la vida de Francisco, como su hermano Pablo y por supuesto a sus tres hijos Aurelio, Paco y Sebastián, quienes paulatinamente se han ido incorporando al negocio donde aún hoy permanecen y en el cual ya se está incorporando la tercera generación. Francisco Marín fue sin duda un aventajado de su época, una persona incansable que supo aprovechar y ver un gran negocio donde otros solo veían “una locura”.

Fotos: Familia Marín