Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

La toma de Toledo en 1085 por Alfonso VI parecía anticipar un rápido avance de los reinos cristianos por la meseta sur, pero la llegada a la península al año siguiente de los almorávides desde el norte de África modificó notablemente la situación al dar un nuevo impulso, al menos temporalmente, a los territorios peninsulares ocupados por los musulmanes, que se habían debilitado tras su fragmentación en pequeños reinos de taifas. Entre 1085 y 1212 los territorios comprendidos en la actual provincia de Ciudad Real vivieron una situación muy convulsa al ser recorridos frecuentemente por diversos grupos militares con variados fines: intentar recuperar Toledo, tomar algunas fortalezas estratégicas o, simplemente, realizar acciones de saqueo y castigo.

Castillo de Caracuel

En esta época resulta complejo, incluso arriesgado, emplear el concepto de frontera desde una perspectiva actual. Las tierras que actualmente configuran nuestra provincia estaban poco pobladas y ciertos castillos, relativamente cercanos, podían estar ocupados simultáneamente por musulmanes y cristianos, Además, no resulta acertado entender esta fase de nuestra historia desde un simplista punto de vista maniqueo, pues fueron frecuentes las ocasiones en las que gobernantes cristianos y musulmanes llegaron a ciertos acuerdos para hacer frente a otras amenazas “amigas”.

Desde 1086 hasta, más o menos, 1140 los almorávides llevaron la iniciativa, pero a partir de esa fecha ciertos problemas internos les debilitaron, en parte por la amenaza de las tribus almohades, que llegaron a la península en 1146, lo que provocó que algunos dirigentes musulmanes, como el gobernador de Córdoba, pactasen con Alfonso VII para recuperar su independencia. Como fruto de esta alianza, el monarca castellano recibió la fortaleza de Calatrava, además de otros castillos como los de Almodóvar, Caracuel, Mestanza y Alcudia. Alfonso VII encomendó la defensa de Calatrava a la orden del Temple y concedió su mezquita mayor al arzobispado de Toledo.

Aunque en este período se llegaron a producir algunas tímidas repoblaciones como la llevada a cabo en el entorno de la Torre de Abraham por grupos mozárabes, se trataba de un territorio muy inestable, por lo que los reyes cristianos decidieron encargar a las órdenes militares su poblamiento y defensa, lo cual tampoco era sinónimo de éxito, pues, por ejemplo, los templarios decidieron abandonar la fortaleza de Calatrava en 1157 al no poder asegurar su defensa ante un inminente ataque almohade. En esta misma línea hay que indicar también que, aunque en 1162 se encargó a la orden de San Juan la repoblación y defensa de las tierras comprendidas entre el Cigüela y el Záncara, no sería hasta medio siglo después, tras las Navas de Tolosa, cuando realmente esta orden desarrolló este encargo.

Tras la retirada de la orden del Temple de Calatrava, el rey Sancho III encargó la defensa de este estratégico enclave a Raimundo de Fitero, quien llegaría a esta fortaleza con sus caballeros en 1158. A pesar de que desde 1171 las incursiones almohades en este territorio fueron cada vez más frecuentes, Alfonso VIII quiso consolidar la presencia cristiana en el valle del Guadiana impulsando la creación de un importante asentamiento en Alarcos, pero cuando se estaba trabajando en la edificación de este enclave, recibió el ataque de los almohades, que derrotaron a Alfonso VIII en 1195, tras lo cual este castillo junto con los de Calatrava, Caracuel, Benavente y Malagón pasaron a manos musulmanas, si bien, los cristianos lograron conservar durante algún tiempo ciertas fortalezas como las de Piedrabuena, Dueñas y Chillón.

Cara y cruz: la toma de Toledo por Alfonso VI y derrota de Alfonso VIII en la batalla de Alarcos.

Pero 1212 marcó el cambio definitivo en el inestable equilibrio entre cristianos y musulmanes. Ese año Alfonso VIII promovió una gran ofensiva cristiana y en su avance hacia Sierra Morena fue recuperando distintas posiciones como Malagón, Calatrava, Alarcos, Caracuel y Benavente. El 16 de julio los almohades eran derrotados en las Navas de Tolosa, lo que permitió el control definitivo del valle alto y medio del Guadiana por parte de los cristianos, aunque durante algunos años los almohades lograron mantener ciertos enclaves al norte de Sierra Morena como Salvatierra y Montiel. En 1217 la orden de Calatrava trasladaba su sede desde Calatrava al castillo de Dueñas, que, a partir de ese momento, pasaría a llamarse Calatrava la Nueva.