Teniendo en mente a su tío Alberto Marín Montero, alma mater de la ganadería al que considera como su segundo padre, Felipe Lasanta habla pausado pero con la pasión de un hombre, de una estirpe, que lo ha dado todo por mantener una tradición familiar ligada a la ganadería de Víctor y Marín. Trabaja, codo con codo, junto a su primo José Luis Marín, para mantener viva una “ilusión” que lleva tres generaciones y poder alcanzar próximamente un sueño: una corrida en la Feria de Ciudad Real con toreros de la tierra.    

“Lo hemos hecho todo a base de mucho sacrificio, afición y cariño por el toro”

Pregunta.- Seguro que no hay aficionado en la provincia y en España que no conozca la ganadería de Víctor y Marín, la más veterana de Ciudad Real pero, hagamos un poco de historia ¿cuándo se funda y de la mano de quiénes?

Respuesta.- Mi abuelo, Alberto Marín, y su cuñado, Eloy Víctor, acudieron por los años 1931 o 1932 a un tentadero invitados por un ganadero de reses bravas de Picón. Les gustó tanto, salieron tan entusiasmados y con tanta ilusión, que decidieron fundar su propia ganadería. De inmediato viajaron a Salamanca donde compraron sementales y vacas y en 1933 se creó la ganadería de Víctor y Marín en la finca de Navalrosal de Fernán Caballero.

En 1956 se separaron los ‘víctor’ y los ‘marín’ llevándose estos últimos las vacas y toros a una finca próxima, Pinos Bajos (donde está actualmente la ganadería), y manteniendo el mismo hierro hasta años más tarde en el que el hierro primigenio quedó en manos de los ‘marín’.  Ahora estamos en la tercera generación. Mi abuelo Alberto Marín tuvo siete hijos, uno de ellos se llevó su parte de ganado, y los seis hijos (ahora seis familias), conformaron una comunidad de bienes. Más directamente implicados estuvieron mis tíos Alberto y Rafael Marín Montero, que han vivido de cerca la ganadería durante muchísimos años. En 1978 mi tío Rafael me pasó el testigo tras comprobar mi afición. Desde ese año, soy responsable de realizar el listado de las vacas, las gestiones con la Unión de Criadores de Toros de Lidia, de poner los nombres… mientras que mi tío Alberto se ocupaba de la agricultura y de los trabajadores, parte que lleva actualmente mi primo José Luis Marín (mi tío falleció en 2007). Mi tío Alberto ha sido mi segundo padre, ha estado conmigo siempre y ha sido el alma máter de la ganadería.

Siempre hemos sido una ganadería brava de mucha tradición con una ilusión desmedida por el toro. Lo hemos hecho todo a base de sacrificio, mucha afición y cariño; es lo que nos hace continuar.

P.- Son muchos años de historia en los que el toro ha vivido numerosos cambios ¿no es así?

R.- Sí, muchísimos, tanto en encastes como en el tratamiento, en saneamientos…, en todo. Hoy en día, el toro bravo precisa muchas atenciones, todos los años se hace un saneamiento para ver cómo está de sangre o si tiene alguna enfermedad; si es así, en seguida se toman medidas y se vuelve a hacer otro saneamiento hasta que salen todo normal. Sanitariamente, el toro bravo está perfecto. Además, es un animal donde la genética es primordial, por eso siempre hemos buscado los mejores encastes. La ganadería se fundó con sementales y vacas de los hermanos Clairac y otra punta de vacas de Albaserrada (de donde vienen los vitorinos), luego se adquirieron sementales de José Escobar o de Manuel Arranz, entre otros. Es reseñable el semental de Arranz, se llamaba Tendero y lo adquirimos en 1963 por 100.000 pesetas, uno de sus hijos también quedó como semental, Gavioto, que lo tuvimos muchísimos años. Fue una época dorada para nosotros y para el mundo del toro en general. Posteriormente compramos un semental a Gerardo Ortega, y 20 vacas a la ganadería de Los Guateles cambiando el encaste a Torrestrella con un poco de Núñez.

P.- ¿Cuál es la actividad rutinaria de una ganadería de reses bravas?

R.- Siempre hemos tenido mayorales que acordaban la organización del trabajo. Cabe mencionar la labor de Serafín, José, Genaro y Dionisio, padre del actual mayoral, Ignacio Sánchez, que nació en la finca y ha cumplido ya 55 años, por lo que imagínate si sabe y entiende lo que es la ganadería de Víctor y Marín, una finca que cuenta con cerca de 400 cabezas. Además, mi hermana Josefina ayuda en labores de administración y en la confección de los tentaderos.

Otro asunto vital es el herradero. Al año de quitar las crías de las madres se les marca y se pone el hierro. La camada del ganado bravo va de junio a junio del año siguiente, el 30 de junio de 2019 acabó la camada 19 y el 1 de julio empezó la camada 20. Para el herradero, acude un veterinario de la Unión de Criadores de Toros de Lidia y se avisa también a la Guardia Civil.

P.- ¿Cómo se preparan los tentaderos?

R.- Normalmente las crías, tanto los machos como las hembras, se apartan al año de la madre. Al cumplir los dos años se empiezan a hacer los tentaderos con las hembras para probar su bravura, exigimos que sean vacas que acudan prontas para el caballo, que tengan mucha movilidad, con un recorrido largo, que duren mucho con la muleta, que el torero esté cómodo con ellas, en fin, un montón de aptitudes que deben cumplir para dejarlas como madres; algunas vacas cumplen 15-16 años y otras incluso más.

P.- ¿Cómo se hace la selección del novillo o del toro que va a ir a la plaza?

R.- Los machos los tenemos separados por edades: los añojos, los erales y los utreros; los toros para corridas están en otro sitio. Casi siempre viene un veedor para ver los novillos y hacer el trato, se apuntan los números que le gustan y se hace un contrato de compraventa. Para transportar la res se utilizan camiones acondicionados.

P.- ¿En qué plazas ha estado presente la ganadería fernanduca de Víctor y Marín?

R.- Igual que los toreros tienen su apoderado, los ganaderos tienen su propio representante. En los años 70-80 tuvimos un veedor, Teodoro Matilla, de la empresa Balagnac de Barcelona, era como de nuestra familia. Por mediación suya, hemos estado en Barcelona, Córdoba, Sevilla, Albacete… En Ciudad Real estuvimos hace muchos años, estaba Reina Rincón, donde nos premiaron con dos quijotes. Antes de todo eso, cuando estábamos los ‘marín’ y los ‘víctor’ unidos, estuvimos en Las Ventas en el año 1964.

P.- ¿Cuál sería su sueño por cumplir?

R.- Es muy sencillo, me gustaría (y creo que es algo compartido por mi familia) que dentro de uno o dos años lleváramos una corrida de toros para la Feria de Ciudad Real con toreros de la tierra. Ahora estamos en un momento dulce, salen muy bien los novillos y las vacas.

Nuestra casa siempre ha estado abierta a toreros de la provincia: Luis Miguel Vázquez, Víctor Puerto, Fernando Tendero, Antonio Sánchez Puerto, aquí se le puso el nombre al Calatraveño, Aníbal Ruiz que viene como a su casa, además de otros grandes del escalafón nacional como El Cid, Curro Díaz, o El Cordobés padre en sus buenos años, entre otros.

P.- Los ganaderos son el primer punto de partida del mundo del toro donde el respeto, el cariño y el amor por el animal es prioritario, ¿no?

R.- Eso está clarísimo. El que crea que por mandarlos a una plaza de toros que no tenemos sentimientos, está totalmente equivocado. A nosotros nos duele igual que a otra persona cuando se le hacen mal las cosas. Si le están pinchando mal o picando mucho no me gusta, somos los primeros en querer que se cuide al toro. La gente no se da cuenta que el toro de lidia está exclusivamente para la plaza, como se ha hecho toda la vida, además de que es arte y cultura. Si desapareciera, se cargarían de un plumazo medio millón o un millón de toros, y no digamos la cantidad de oficios y puestos de trabajo que desaparecerían.

P.- ¿Es usted entonces optimista con la continuidad del toro de lidia?

R.- Yo creo que sí, pero los ganaderos tendríamos que explicar un poco más nuestra actividad, abrirnos un poco más al público. Para eso, diputaciones como la de Salamanca está haciendo viajes turísticos donde los ganaderos explican la vida de un toro, cómo funciona una ganadería… Sería interesante abrirnos un poco más a la sociedad, con tertulias, no con debates con antitaurinos porque no llegaríamos a ningún acuerdo y su opinión es tan respetable como la nuestra, pero sí con mesas redondas para explicar el respeto que se le tiene al toro.

P.- Y en Víctor y Marín, ¿habrá una cuarta generación?

R.- Sinceramente no lo sé. Está cambiando todo mucho. La situación laboral de las familias ha cambiado y es muy difícil compaginar una cosa con algo que requiere tantísima dedicación. En el presente estamos mi primo José Luis y yo dedicados por entero a la ganadería.

Texto y foto: Oliva Carretero Ruiz