Jesús Fuentes Lázaro fue uno de esos políticos idealistas que durante la Transición se empeñó en hacer de España una democracia. Este socialista toledano, hoy jubilado, se convirtió casi por descarte en el primer presidente de una Castilla-La Mancha que surgía de la nada, fruto de encendidos debates territoriales y luchas de poder. Perfecto conocedor de los entresijos de esta tierra, mira la política desde la barrera, pero con el privilegio de ser uno de los protagonistas de su historia.

«Castilla-La Mancha surgió tras una serie de descartes y piruetas»

Pregunta.-¿Cuándo se empezó a hablar de las Comunidades Autónoma?

Respuesta.- En el debate del Título VIII de la Constitución, que venía a consagrar la nueva organización territorial del Estado, surgió la idea en un momento determinado de “café para todos”, para contrarrestar el nacionalismo catalán e independentista. El PSOE no lo vio claro en un primer momento, pero al final era evidente que, si no se desbloqueaba el tema territorial, la Constitución no salía adelante. Y se aceptó el modelo de constituir Comunidades Autónomas.

P.- ¿Cómo se decide el reparto territorial de Castilla-La Mancha?

R.- Era lógico que fuéramos con Madrid, sobre todo Toledo y Guadalajara. Y que se sumaran Cuenca y Ciudad Real, pero estas dos provincias no querían saber nada de Madrid. Y era natural que Albacete siguiera con Murcia. Por otro lado, en Madrid, sobre todo desde el PCE, que en aquellos tiempos representaba Ramón Tamames, creían que Madrid debía ser la capital de un distrito federal, similar al modelo de Estados Unidos o Alemania. Al final, hubo que tratar de organizarse como fue posible. Hubo otro hecho clave: desde Albacete, Juan de Dios Izquierdo y Pepe Bono, que ingresaron en el PSOE provenientes del PP, dijeron que no tenían nada en común con Murcia y que les parecía más interesante unirse a Castilla-La Mancha.

P.- Entonces no se llamaba todavía así.

R.- No, Castilla-La Mancha es un invento de UCD. Creo que se le puede atribuir exclusivamente a Gonzalo Payo. En cuanto al nombre, con la parte manchega de Albacete, con La Mancha de Ciudad Real y con una parte de Toledo, parecía que el concepto de La Mancha cubriera a todos. Pero el resto de Toledo y Guadalajara no se sentían manchegos. Para contentarles se hizo referencia a Castilla. El nombre se establece poco antes de aprobarse la Constitución, en el 78.

R.- ¿La debacle de UCD del 82 puso en peligro el modelo autonómico?

R.- Nadie sabía que iba a pasar con el modelo territorial, sobre todo en comunidades como Castilla-La Mancha, que nadie veía como proyecto político. Rafael Arias Salgado, en aquel momento ministro, aceleró la aprobación de un Estatuto de Autonomía, que fue una copia recortada de los de Andalucía y Cataluña. Y, poco antes de disolverse las Cortes por las elecciones generales del 82, se aprobó el Estatuto de Castilla-La Mancha.

P.-¿Cuál fue su papel en esos años?

R.- En el PSOE teníamos repartido el trabajo: Paco Ramos estaba en Madrid y yo me dedicaba a tratar de organizar el partido en la provincia de Toledo, a establecer contactos políticos con los otros territorios y a organizar la propia Comunidad. Una vez que se aprobó el Estatuto, se constituyó un gobierno. Y así empieza a salir Castilla-La Mancha, en una especie de descartes y piruetas, conscientes de que es una nueva unidad que tiene difícil encaje, pero a la que hay que tratar de sacar adelante porque hay un bien superior, que es la democracia. Nadie pensaba entonces que los territorios iban a evolucionar como evolucionaron ni que iban a tener las competencias actuales.

P.- ¿Cómo llegó a la presidencia de Castilla-La Mancha?

R.- Fui presidente desde diciembre del 82 hasta mayo del 83. Vino propiciado porque cuando se celebraron las elecciones del año 82, tras la debacle de UCD, forzamos que saliera el gobierno provisional, que entonces encabezaba Fernández Galiano. Con un Estatuto ya firme, lo que queríamos era un gobierno estable, autonómico, no preautonómico, y que preparase las elecciones a la Junta del 83. Entonces nadie del PSOE quería ser presidente de esta Comunidad: ni Paco Ramos, ni Manolo Marín, ni Pepe Bono, ni Leopoldo Torres ni Virgilio Zapatero, cabezas “estrellas” del PSOE en la Comunidad. Cuando llegó al gobierno central Felipe González prácticamente todos consiguieron un puesto en el gobierno de la nación.

P.- La elección de Toledo como capital no fue tarea fácil…

R.- Nadie quería que la capital estuviese en Toledo. Albacete, Cuenca y Guadalajara hablaban del centralismo toledano. Es verdad que el poder político en aquel momento estaba centrado en Toledo, porque UCD era la fuerza más representativa y tenía un ministro de Toledo, que era Rafael Arias Salgado. Eso suponía una gran influencia. Ciudad Real estaba en dudas, aunque es cierto que postulaba a Alcázar de San Juan como capital. Hasta el último momento Pepe Bono mantuvo la idea de que podía ser Cuenca. Esa cuestión seguía sin decidirse ya constituidas las Cortes regionales, y, aprovechando una visita del Rey a Toledo, le sugerimos al entonces alcalde, Joaquín Sánchez Garrido, que le preguntara al monarca cuál era su opinión sobre la capitalidad de la región. Y lo hizo. El Rey contestó “¿hay alguna duda? Tiene que ser Toledo”. Y se terminó el debate. A cambio de eso perdimos la Universidad y se impuso el modelo disperso.

­P.-¿Los debates de entonces eran tan broncos como los de ahora?

R.-Eran broncas absolutamente increíbles, con insultos de todo tipo, entre compañeros de partido. A los toledanos nos llamaban “los señoritos”, “los de la capital”, “los centralistas”, nos acusaban de que manteníamos la idea del imperio.

P.- Usted ganó un congreso socialista para ser candidato a las primeras elecciones autonómicas en el 83, pero se presentó José Bono. ¿Cuándo decidió dejar la política?

R.- Después de ese congreso fui senador en las elecciones de 1989. Primero presenté en un congreso del PSOE, en el 88, la dimisión de todos los cargos del partido y luego me fui del Senado en junio del 93. No estaba dispuesto a estar en el Senado con todo el partido persiguiéndome. De hecho, uno de los temas que defendíamos los de Toledo, puesto que teníamos constituida la Comunidad Autónoma, era ir en contra del trasvase Tajo-Segura. A los cinco diputados autonómicos socialistas de Toledo les llamaron por eso “los tontos del agua”. Y desde el propio PSOE les prohibieron hablar del trasvase.

P.- Se pasaba, pues, de la política idealista de la Transición a la política profesional.

R.- Exacto. Por ejemplo, nosotros, los socialistas toledanos, estábamos en el modelo idealista de tener que acabar con lo que nos hiere. Y trajimos a Díaz Marta desde Méjico porque defendía la lucha contra el trasvase. Y todo se vino abajo. Eso sí, Bono montó una Comunidad Autónoma que no es la que yo podía pensar, pero que ha sido pragmática.

P.- ¿Cuáles han sido los hitos en la historia de esta Comunidad?

R.- La Universidad y las comunicaciones. También ha mejorado mucho el aspecto social y la atención a los más desfavorecidos. Todo vino propiciado por gobiernos socialistas, aunque creo que a UCD no se le ha reconocido lo que hizo por esta región en sus inicios, sobre todo Gonzalo Payo. Era un hombre muy activo y que creía realmente en este territorio y en esta Comunidad de manera idealizada. En UCD trabajaron mucho y muy desinteresadamente por sacar la Comunidad adelante.

P.-¿Se ha conseguido crear una identidad regional?

R.- No, cada provincia va por su lado y defiende su territorio. En eso hemos avanzado poco. Es difícil conseguir identidad porque hay un problema básico: nosotros hablamos la lengua que hablan millones de personas y ese elemento identitario no lo tenemos. Y hubo un error de bulto, que fue no suprimir las diputaciones. Este asunto se planteó al debatir la Constitución, pero Fraga Iribarne condicionó el apoyo de Alianza Popular a la Constitución a que se mantuvieran. Y luego no habido manera de suprimirlas.

P.- Echando la vista atrás, ¿ha merecido la pena el Estado Autonómico?

R.-La Constitución permitió una nueva organización territorial del Estado, que se consolidó y ha servido para que avancen territorios que nunca habían tenido demasiado protagonismo. Uno de los fracasos es que no hemos conseguido avanzar en la distribución de la riqueza y la región sigue a la cola. Pero no quiero ser negativo, creo que el modelo autonómico tiene futuro, aunque será decisivo lo que pase con Cataluña.

Texto: Ana Nodal de Arce.

Foto cedida por Jesús Fuentes