Los gatos aparecieron en la Tierra antes que los perros y otros animales que han llegado a ser domésticos, pero han sido uno de los últimos en ser domesticados.

En el antiguo Egipto eran adorados y el rapto o la venta de estos animales podían acarrear la muerte, pues su labor como cazadores de ratas era muy valorado. Además si un gato familiar moría, todos los miembros de la familia se depilaban las cejas en señal de duelo.

Las fosas nasales de un gato tienen 19 millones de terminaciones nerviosas mientras que las del ser humano son solo 5 millones.

Los bigotes de los gatos les sirven de indicador de espacio y los usan para medir la distancia entre diversos objetos y para orientarse.

El cerebro de un gato se parece en un 90% al de un ser humano por lo que tenemos más similitudes con ellos que con los perros. Además los gatos tienen más memoria a largo plazo que los perros, sobre todo cuando aprenden algo haciéndolo.

Finalmente tienen 36 músculos en cada oreja las cuales funcionan como antenas parabólicas, dirigiéndolas hacia la fuente del sonido, pudiendo girarlas, tanto a la vez como por separado, hasta 180º. Y además un gato fue alcalde de la población de Talkeetna, Alaska. O al menos eso se dice.