Calidad, trabajo tradicional y artesano en la fabricación de herramienta agrícola

Francisco López de la Isidra comenzó en el mundo de la industria allá por el año 1963. De familia agrícola, a Francisco no le gustaba mucho el tema de estar en el campo, por lo que decidió emprender por su cuenta.

Francisco López de la Isidra junto a su furgoneta DKW en la década de los 60.

Empezó con el mundo de las bicicletas yendo en un principio a Manzanares para aprender el montaje y demás. Aprendió todo sobre el montaje de bicicletas, desde el enrayado de ruedas hasta el montaje de manillares, pedales, sillines, etc., y comenzó con su propio negocio en La Solana. Pero aquello no dejaba mucho dinero, por lo que, Francisco tuvo que comenzar a trabajar en los Molinos de Viento durante la noche y durante el día se dedicaba al montaje de las bicicletas.

Sobre finales de los años 1960, y viendo que las bicicletas no daban para mucho, comienza a hacer pequeñas cosas relacionadas con el mundo de la cerrajería; rejas para ventanas, antepechos, barandillas…todo a base de remaches con pletinas ya que no disponía de soldadura. Con el tiempo empieza a meterse más de lleno con la cerrajería y va dejando a un lado el mundo de las bicicletas, creando una soldadura autógena que funcionaba con carburo para poder soldar. Unos años después, ya metido de lleno con la cerrajería, abre el taller en la calle Pozo Santa Quiteria y compra una soldadura eléctrica para hacer cerrajería de forma más precisa y con mejores acabados.

Era la década de 1970 y ya comienzan a involucrase en la empresa sus dos hijos, Pedro y Francisco, el primero de ellos sobre el año 1975 y el segundo sobre 1979. Durante esa época no había mucha competencia relacionada con la cerrajería, tenían volumen de trabajo y la empresa funcionaba muy bien. Pero llegada la década de 1980, la competencia apretaba mucho en precios, había que hacer presupuestos muy afinados, hasta el punto de que no se le ganaba el dinero necesario a lo que se fabricaba, llegando a tener que cambiar el negocio radicalmente, esta vez, apostando por la chapistería.

En La Solana, por la época de 1980 no existía chapistería alguna y, gracias a la amistad que tenían con Federico Ramírez, conocido como “el chapista”, se animaron a emprender con este nuevo negocio, trasladándose a su ubicación actual, calle Soledad nº 18.

Francisco (hijo), con apenas unos años de edad, jugando dentro de uno de los comederos de ganado que fabricaba su padre en la década de los 60.

El nuevo negocio de chapa y pintura comienza bastante bien, arreglando todo tipo de vehículos que se solían llevar al campo en aquella época y que sufrían algún deterioro como los Renault 4L y F6 o los Citroën 2CV y AK 400. Al año siguiente, dos empresarios crean una sociedad de chapa y pintura, contratando a 4 o 5 chicos jóvenes para trabajar. En un principio había trabajo para ambos, pero tras el paso de unos años, 6 o 7 aproximadamente, la sociedad que habían formado los dos empresarios se deshace, por lo que, los chicos que tenían trabajando abren sus propios talleres, llegando a estar 4 o 5 chapistas en La Solana, donde se crea mucha competencia y poco trabajo para todos. Francisco López de la Isidra habla con sus hijos y les propone irse a Madrid para montar el negocio allí, pero le convencen para quedarse y aguantar en La Solana.

Estabilidad y más de 25 años fabricando herramientas de mano para la agricultura

Llegada la década de 1990, el trabajo de chapa y pintura flojea mucho y, casualidades de la vida o no, había unos señores que se dedicaban a hacer tijeras de cocina forjadas pero que no contaban con medios para soldar el agarre, por lo que, comienzan a llevar las tijeras a Francisco y sus hijos para que se las soldaran. Comienza entonces un cambio en López de la Isidra, un cambio que a día de hoy continua, dejando a un lado la chapa y comprando maquinaria usada (prensas y pulidoras) para la elaboración de tijeras de cocina y herramientas manuales agrícolas (tijeras de poda, de ajos, de vendimia, navajas, etc.).

Francisco López de la Isidra (padre) comienza entonces a viajar por varias zonas de Castilla-La Mancha, Extremadura y Valencia, ofreciendo los distintos productos que fabricaban a comercios y cooperativas agrícolas, abriendo una cartera de clientes bastante extensa y que a día de hoy más o menos mantienen. Sobre finales de 1990, Francisco se jubila, aunque seguiría visitando clientes y abriendo mercado unos cuantos años más.

Pedro y Francisco López de la Isidra (hijos) afilando navajas en el taller.

A día de hoy, sus hijos Pedro y Francisco, continúan a cargo del negocio elaborando herramienta manual agrícola y, aunque los tiempos van cambiando y la maquinaria va pisando fuerte a la herramienta artesana, cuentan con un buen volumen de trabajo. Igualmente ha habido años en las que se vendían más unas herramientas que otras. Por ejemplo, años atrás se vendían mucho las tijeras largas de podar almendros, las tijeras para podar la viña de dos manos, la tijera de vendimia convencional… y a día de hoy lo que más se vende son las tijeras para los ajos, algo que antes no tenía mucha demanda.

La evolución de Manufacturas López de la Isidra ha sido constante, de hecho, a día de hoy encontramos multitud de productos artesanos que realizan, aunque el mayor porcentaje sea el relacionado con la agricultura; tijeras de poda, tijeras de ajos, corvillos, navajas de vendimia e injerto, cuchillos, navajas de asta de ciervo, tijeras de cocina… hasta diferentes trabajos artesanos para decoración como espadas, empuñaduras especiales, navajas grabadas, etc.

Sin duda, han sido años de duro trabajo, mejorando la calidad de sus productos siempre de una manera tradicional y artesana para que el cliente se sienta satisfecho en el presente y también en un futuro.

Muestra de algunas de las herramientas fabricadas por Manufacturas López de la Isidra.

Texto : Ayer&hoy.

Fotos: Manufacturas López de la Isidra