Procesión Cristo del PerdónLa Semana Santa es el momento más intenso del año, litúrgicamente hablando, en el que los católicos recuerdan la Muerte, Pasión y Resurrección de Jesucristo. El baile de fechas que se produce cada año obedece a que la Semana Santa se rige por el calendario lunar, de manera que el día de Jueves Santo siempre coincide con la primera luna llena de primavera. En función de ese cálculo se sitúa el calendario previo de Cuaresma y el posterior de Pentecostés, Ascensión, etc. Los orígenes de la Semana Santa y de las cofradías se remontan al siglo XII y se asocian a las órdenes militares, a las órdenes mendicantes y a los gremios, dispuestos éstos bajo una advocación para recibir la protección de un santo ante el bandidaje, la insalubridad y las enfermedades propias de la Baja Edad Media.

Por cientos y miles pueden contarse los que año tras año trabajan de forma callada pero con tesón para que esta festividad religioso-popular atraviese el arco de iglesias, parroquias, ermitas, casas de hermandades o guardapasos para mostrar al mundo una de las manifestaciones religioso-populares de mayor reconocimiento en el país y en la provincia que ha pervivido con mejor o peor suerte durante el paso de los siglos.

Sin hermandades o cofradías no se entiende ninguna Semana Santa. Ellas son las fieles mantenedoras de un legado histórico y religioso únicos así como del fervor y la devoción hacia las imágenes pasionarias. Para ellos, los preparativos no comienzan poco tiempo antes sino que durante todo el año se preparan numerosos actos para rendir culto a las imágenes, además de actividades formativas o de exaltación.
Desde sus orígenes a los tiempos actuales la Semana Santa ha cambiado en muchos aspectos, no tanto en su estructura o en la configuración de las procesiones como en su patrimonio, donde más ha sufrido el paso del tiempo.

La aparición de las primeras cofradías se remonta al siglo XII al abrigo de las órdenes militares de San Juan, Calatrava y Santiago asociadas a la advocación de un santo que les protegiera de la peste u otras enfermedades. Otro hecho fundamental es la creación de las primeras cofradías del Corpus en 1260. En esa horquilla de años, la religiosidad de conventos y monasterios sale a la calle para ser transmitida por los monjes de las órdenes militares o de las órdenes mendicantes a un pueblo inculto, muy poco instruido, que malamente podía seguir los cultos en latín.

Veracruz y Sangre.- Los primeros tiempos de las cofradías pasionarias de Semana Santa van unidos a procesionar con las reliquias importadas de Tierra Santa por los franciscanos, de la Veracruz (Lignun Crucis o verdadera cruz) y de la Sangre de Cristo. Esas primeras procesiones, en las que salían muy pocas imágenes, recuerdan la estructura de las pompas romanas y griegas y de las procesiones del Antiguo Testamento, encabezadas por la Cruz para significarse, seguido de estandartes, música, al final las autoridades militares, civiles y el clero y, justo en medio, los miembros de la cofradía. Éstos, en su origen, se clasificaban en hermanos de luz, con hachones o cirios para alumbrar y a cara descubierta; y disciplinantes o flagelantes, que llevaban el rostro tapado por su promesa de disciplina, ya que entendían que tenían que paliar un pecado en la procesión, para lo que se iban flagelando, dando disciplina, llegando incluso a hacerse sangre. Son procesiones de sangre documentadas y recogidas incluso por el mismo Cervantes en el capítulo 52 de El Quijote cuando el ingenioso hidalgo y su escudero se encuentran con una procesión de flagelantes que llevan una Virgen de la Soledad.

Procesión de los BlancosJunto a San Vicente Ferrer, que funda una cofradía de disciplinantes en Ciudad Real en 1411, se contaba con grandes predicadores en la provincia como Santo Tomás de Villanueva, San Juan de Ávila, San Juan Bautista de la Concepción y, más tarde, Santa Teresa de Jesús. Todos ellos enarbolan al pueblo en sus pláticas, discursos y cartas con imágenes de la Pasión. La propia Santa Teresa decía que solamente con imaginar la Pasión de Cristo conmovía más que la lectura de todos los Evangelios.

A esta santa siempre le acompañaba una pequeñísima talla de Jesús atado a la Columna que va a ser precisamente otra de las primeras imágenes que reproducirá la imaginería (aún son los albores de la imaginería). Una vez que la mayor parte de los trozos de la Veracruz desaparecen, las cofradías se retoman entonces como de la Flagelación o Jesús Flagelado.

Por tanto, en los siglos XII y XIII habrá cofradías pero muy pocas; será en el siglo XV cuando haya una efervescencia en la provincia que tendrá su auge a finales del siglo XVI tal y como se recoge en las relaciones topográficas de Felipe II de 1575.

En esa época se fundan muchas cofradías como la de la Oración en el Huerto de los Olivos, de Ciudad Real; el Cristo de la Piedad y el Cristo del Perdón y las Aguas, también de Ciudad Real; la hermandad de Jesús Nazareno y María Santísima de la Soledad Angustiada, de Campo de Criptana; el Cristo de la Columna y Nuestro Padre Jesús Nazareno, de Daimiel; la Veracruz en Granátula; el Cristo de la Misericordia y Prendimiento, en Herencia; la Veracruz de Almadén, etcétera. Anteriores a éstas se crean algunas otras, siendo la más antigua de la provincia la cofradía de la Santa Cruz del Silencio, de Puebla del Príncipe, fundada a raíz de una peste en el siglo XIII, a la que le siguen la cofradía de la Sangre de Cristo de Socuéllamos en 1400; la Santa Veracruz de Membrilla en el siglo XV; el Cristo de la Antigua de Piedrabuena en 1491; la Soledad y Veracruz de Moral o el Santísimo Cristo de la Columna de Manzanares, posiblemente heredero de la Veracruz, en 1504.

Los gremios.- Otro ingrediente histórico importante que nutre esa semilla de devoción, caldo de cultivo perfecto para las cofradías, son los gremios que buscan la protección de un santo para combatir el bandidaje, las enfermedades y la insalubridad de la Baja Edad Media. Estos oficios (labradores, carpinteros, esquiladores, barberos, pastores, escribientes, carreteros, jornaleros…) son apoyados por las órdenes militares y el arzobispado de Toledo que recibirán igualmente el apoyo eclesial tras el Concilio de Trento de 1563 que estima que las cofradías deben ser públicas y proliferar. Empiezan entonces los grandes imagineros de Andalucía, Castilla y Levante. Las hermandades de los siglos XVI, XVII y XVIII vivirán una de las mejores épocas de la Semana Santa, con un rico patrimonio.

La Soledad: La Virgen entra en la Semana Santa

Virgen de la SoledadLa devoción a la Virgen en Semana Santa está datada en otro momento histórico. Siete comerciantes de Florencia llamados Siervos de María lanzan al mundo entero la devoción por los Dolores de la Virgen. En 1563, la reina Isabel de Valois esposa de Felipe II llega con un cuadro de la Virgen enlutada y recogida. El convento de la Victoria de la orden de Mínimos de Madrid quiere una copia de bulto y así en 1568 Gaspar Becerra talla la primera imagen de la Virgen de la Soledad tal y como se conoce hoy en España, totalmente enlutada al modo de la época de los Austrias. Una imagen que, por el carácter castellano de enlutamiento, cuaja muy bien en nuestro país y que es única en el mundo. Como ejemplo, la muy singular talla de Nuestra Señora de la Soledad de Almagro.

Finales XVIII: Parón, expolio y quema de imágenes.- A finales del XVIII se produce un frenazo con las desamortizaciones, como la de Carlos IV en 1798, la de Bonaparte o la de Fernando VII en 1836, que expropia conventos y quita a las cofradías gran parte del patrimonio dado por nobles, aristócratas y burgueses que, en compensación por un favor pedido a un santo, habían legado dinero, joyas, casa y tierras. A ello se suma la entrada de los franceses y la guerra de la Independencia, sufriendo las hermandades un auténtico expolio, la quema de imágenes, gran pérdida del patrimonio y desaparición de hermandades.

No obstante, en la provincia hay un punto de apoyo a la Semana Santa con la creación de la diócesis en 1875. El primer obispo prior, Victoriano Guisasola Rodríguez, será un defensor de la Semana Santa e impulsor del refugio de la vida religiosa, fundándose entonces las conocidas como cofradías decimonónicas, tallándose nuevas imágenes, de corte más austero y triste que las anteriores, más barrocas.

De todas ellas no ha quedado ni una imagen completa a salvo en la provincia a día de hoy; quedan algunas partes como del Cristo de la Antigua, la reliquia del Lignun Crucis de Criptana, el Cristo de la Expiración o el Nazareno de Daimiel, algunos mantos, o documentación de reglas, libros de actas… pero no se puede afirmar categóricamente, según los expertos, que haya una imagen comLegados romanospleta en la provincia anterior a 1940 y es que, en los años de guerra civil española, se perdió casi toda esa riqueza cultural y patrimonial que hoy día podría haber tirado del turismo, según opinan algunos expertos y estudiosos de la Semana Santa. Y si existen imágenes anteriores a 1940, añaden, es que están guardadas o desaparecidas teniendo en cuenta que muchas imágenes, documentación o túnicas quedaron en manos de particulares que no las sacaron por miedo y ahora se desconoce su paradero.

Tras la contienda fratricida, las cofradías se refundan en torno a las comisiones pro-Semana Santa produciéndose una ayuda mutua y un hermanamiento inexistente hasta entonces. Aparecen mecenas que impulsan el resurgir de las cofradías, familias y otros defensores de la Semana Santa. Atendiendo a las más carismáticas, en Campo de Criptana, el párroco Tomás Urda refunda y retoma la confección de imágenes. En Ciudad Real es obligado recordar los nombres de Enrique Pérez Muñoz, Hilario Richard; el párroco por entonces de la parroquia de San Pedro, Emiliano Morales Rivera, el obispo Emeterio Echeverría y el alcalde Pascual Crespo, que contribuyó con el erario municipal a la reposición de imágenes a través de la Comisión de Semana Santa. En Daimiel hay personas como el registrador Bernardo Fisac Martínez-Bandujo que pagó imágenes de su bolsillo, Agapito de León o Audad Serrano. En Herencia, la familia Gómez Lobo ayudó a reactivar las cofradías.

En posguerra, con hambre y una economía casi inexistente, se encargan las imágenes a los talleres Arte Sacro de Olot, los hermanos Riva de Santiago de Compostela y Royo Rabasa en Valencia. De estos talleres se hicieron imágenes para todas las poblaciones de la provincia, hechas en pasta madera y en serie, algo que es muy criticado hoy día en cuanto a la calidad y estética de las mismas pero que, según otros, la rapidez en la recuperación de la imaginería sirvió para evitar el enfriamiento de las cofradías y el mantenimiento de la devoción de las gentes a su imagen. En esa época es destacable la imaginería de Antonio Castillo Lastrucci, que crea cosas nuevas con mucha más calidad y empieza a marcar tendencia.
Otras cofradías no pudieron rehacer su patrimonio hasta bien mediado el siglo XX, con pueblos sin cofradía aunque procesionando con una urna y un Cristo de Olot, algo que también tiene su valor. Por ello, apuntan los expertos, es preciso seguir recuperando todo lo perdido desde 1808 hasta 1939, la etapa más negra para las cofradías de Semana Santa. En este sentido, consideran que hay más patrimonio guardado, escondido o perdido, sobre todo documentación, que debe dar la luz para el conocimiento de las generaciones futuras y la concienciación del esfuerzo de nuestros antepasados.

Texto: Oliva Carretero con el asesoramiento y la cesión de imágenes de Francisco Javier García Simal