Con el impulso de la Revolución Industrial y en plena fiebre de las patentes, también la cocina se fue modernizando. Tareas como batir huevos o montar la nata eran extremadamente pesadas y repetitivas, por lo que muchos inventores diseñaron mecanismos para facilitar el trabajo. Así nació el batidor de varillas a manivela. En 1856 el americano Ralph Collier patentó el primer mecanismo batidor con partes rotatorias, y en los años siguientes se sucedieron las imitaciones. Se considera clave la patente de 1884 de Willis Johnson con su diseño de un batidor mejorado. Estaba pensado para batir y mezclar huevos y otras masas mediante la acción de una manivela manual que movía dos varillas metálicas en direcciones opuestas. Fue todo un éxito, y es que el trabajo de los panaderos, pasteleros y chefs se había vuelto mucho más sencillo. Era solo el primer paso hacia el futuro, y el siguiente no tardaría en llegar con la batidora eléctrica.