Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

Las diferentes especies humanas que habitaron la Península Ibérica durante el Paleolítico lograron su éxito evolutivo no solo por su adaptabilidad y su óptima gestión en la búsqueda de alimentos, sino también por haber sabido desarrollar unas habilidades sociales que permitieron prestar una especial atención a los individuos más vulnerables, labor en la que, muy probablemente, tendría un papel destacado la experiencia aportada por las mujeres al asumir el cuidado de los miembros de la tribu desde su nacimiento. Entre los restos correspondientes a la población preneandertal que habitó hace 430.000 años en la Sima de los Huesos de la sierra burgalesa de Atapuerca se ha podido documentar la presencia de varios individuos con evidentes muestras de heridas, lesiones, traumatismos o de haber padecido dolencias que les harían claramente dependientes de los cuidados ofrecidos por el grupo. En este sentido, destaca la presencia de un cráneo, concretamente el catalogado con el número 14, perteneciente a una niña de entre 9 y 14 años, que recibió el apodo de “Benjamina”, la cual habría padecido una patología congénita denominada craneosinostosis, que produce una deformación del cráneo, que acaba provocando graves trastornos psicomotrices, lo que, sin duda, haría que desde su nacimiento fuese muy dependiente de la protección aportada por sus seres más cercanos y especialmente de los cuidados y la atención prestados por su madre, sin los cuales habría fallecido mucho antes.

Un aspecto donde se comprueba con nitidez la aportación fundamental de las mujeres para la supervivencia de los grupos humanos en el Paleolítico es la importancia que tuvo la lactancia materna. Entre las evidencias arqueológicas que lo corroboran podemos mencionar las obtenidas en el yacimiento asturiano de El Sidrón, donde se ha recuperado uno de los repertorios fósiles de neandertales más amplio y mejor conservado de toda Europa. Concretamente, las excavaciones arqueológicas desarrolladas en esta cueva han permitido documentar más de 2.200 restos pertenecientes a un grupo de neandertales, constituido por 13 individuos que habrían recorrido las tierras astures hace unos 49.000 años. El análisis de los dientes ha puesto de manifiesto que estos humanos padecían carencias en su nutrición y mostraban una cierta ralentización en su proceso de crecimiento a partir de los dos años y medio de vida, es decir, se puede considerar que su alimentación era adecuada mientras duraba el período de lactancia y perdía calidad a partir del destete. Este cambio de dieta provocaba también una mayor incidencia de las enfermedades infecciosas al perder el efecto inmunoprotector que aporta la leche materna. No obstante, es probable que el conocimiento adquirido sobre todo tipo de plantas por parte de los neandertales a través de su estrecha interacción con el entorno natural, especialmente las mujeres más especializadas en las tareas de recolección, les posibilitara seguir procurando la protección de los componentes de su grupo ante el malestar que podrían padecer al verse afectados por diversas dolencias y enfermedades, de hecho, algunas evidencias encontradas en los fósiles de este yacimiento asturiano, concretamente el análisis del sarro dental, demuestran que sus habitantes habrían consumido plantas con propiedades medicinales como la camomila, la aquilea y la corteza de álamo.

Izq.: Recreación de la vida diaria en el yacimiento asturiano de El Sidrón. Centro: Gracias a los hallazgos de la Sima de los Huesos se ha logrado calcular la altura de las distintas razas de hombres prehistóricos. Dcha.: Trabajos arqueológicos en la Sima de los Huesos.

Por otra parte, el estudio detallado del desgaste documentado en los dientes de los individuos de la cueva de El Sidrón confirma que los neandertales emplearían muy frecuentemente sus dientes para desarrollar distintas actividades manipulativas, por lo que se puede afirmar que utilizarían la boca como una especie de “tercera mano” para elaborar tanto útiles de piedra como otra serie de manufacturas. En este punto, conviene reflexionar sobre el hecho de la tradicional atribución a los hombres, casi en exclusividad, de la realización de herramientas de piedra durante el Paleolítico, aunque no existen claras evidencias arqueológicas que permitan mantener esta afirmación, pues la capacidad intelectual y la destreza necesaria para la elaboración de un útil lítico es compartida por ambos sexos. Es cierto que la distribución de las marcas de desgaste (y por lo tanto de actividad) documentada entre los individuos de la cueva de El Sidrón es algo diferente en hombres y mujeres, lo cual apunta a la existencia de una cierta diferenciación sexual en la realización de parte de las labores cotidianas, pero ello no supone que la mayoría de los miembros del grupo no pudiese realizar cualquier tipo de actividad, aunque, según su capacidad acabaran centrándose en un conjunto más concreto de labores.