Francisco Javier Morales Hervás / Doctor en Historia

Al menos en teoría, Primo de Rivera quiso personificar las crecientes ansias regeneracionistas expresadas por diversos sectores. En este sentido, afirmó que una de sus metas era apartar de la primera línea a los políticos que habían medrado gracias a los partidos que se turnaban durante la Restauración y acabar con los abusos del caciquismo, que en provincias como la nuestra estaba muy arraigado. Para controlar las malas prácticas caciquiles cobró especial relevancia la labor generada desde el Gobierno Civil, desde donde se eligieron delegados gubernativos, cuya misión básica era desterrar el caciquismo de los ámbitos rurales, pero, al final estos delegados no sólo no acabaron con los caciques, sino que, incluso, llegaron a colaborar con ellos. No obstante, sí se produjeron algunas acciones notables en la lucha contra la corrupción y los abusos dwe los políticos, destacando el papel que desempeñó Gonzalo del Castillo al frente del Gobierno Civil, llegando a destituir al presidente de la Diputación, Antonio Rubio, por irregularidades en su gestión y al alcalde de Manzanares por amañar un contrato con una compañía de abastecimiento de agua que le beneficiaba personalmente.

Para favorecer la consolidación del régimen político implantado por Primo de Rivera, el dictador tuvo claro que no podía basarse únicamente en el respaldo del ejército. Por ello se promovió la creación de una serie de organizaciones que sirviesen de apoyo desde el ámbito civil. Una de ellas fue el Somatén, que era un cuerpo de gente armada que ya existía en Cataluña y que se extendió a toda España. En nuestra provincia tuvo una presencia casi anecdótica, pues en un territorio tan tranquilo como Ciudad Real el desarrollo de una institución para reforzar el mantenimiento del orden público no tenía mucho sentido y por ello sus actividades se limitaron a actos propagandísticos y vistosas manifestaciones como la que tuvo lugar en octubre de 1926 con motivo de la visita que realizó Primo de Rivera a la capital provincial.

Izq.: Bernardo Mulleras (Foto El Sayón). Dcha.: Teniente general Francisco Aguilera (Foto El Sayon)

La otra organización con la que se quiso fundamentar el apoyo civil al régimen dictatorial fue la Unión Patriótica, con la que Primo de Rivera quería sustituir a los partidos tradicionales, integrando en este movimiento circunstancial, personalista y oportunista, a “todos los hombres de buena voluntad”. Aunque, teóricamente, este partido debía escapar al control de los caciques, en la realidad los miembros destacados de las oligarquías locales acabaron por asumir los puestos más destacados de la Unión Patriótica en nuestra provincia, como Bernardo Mulleras, Vicente Calatayud y el marqués de Casa Treviño. No obstante, al igual que con el Somatén, la repercusión real de este movimiento fue muy escasa, limitándose a organizar acciones propagandísticas.
Aunque en un primer momento la dictadura de Primo de Rivera no llegó a contar con una oposición muy notable, ni siquiera desde algunos sectores del movimiento obrero, con el paso del tiempo algunas organizaciones como el PSOE abandonaron su actitud colaboracionista y hacia 1927 empezaron a reorganizarse para ampliar su implantación en provincias como la nuestra, si bien sus acciones reivindicativas a través de huelgas alcanzaron un reducido protagonismo en nuestro ámbito provincial.

En el marco de la oposición a Primo de Rivera probablemente las acciones más destacadas llegaron desde el propio ejército, asumiendo, en este sentido, un especial protagonismo el teniente general Francisco Aguilera, natural de Ciudad Real, que ya se implicó en el fracasado levantamiento de junio de 1926 y que, de nuevo, lo intentó en enero de 1929, contando para ello con la sublevación coordinada de 21 regimientos artilleros por toda España. Finalmente sólo se sublevó el Regimiento de Artillería de Ciudad Real al amanecer del 29 de enero, cuyos miembros se hicieron con el control de los principales organismos como Gobierno Civil, Ayuntamiento, cuartel de la Guardia Civil, estación de ferrocarriles… Al anochecer del mismo día, al ser conscientes del fracaso de la sublevación, los artilleros regresaron al cuartel de la Misericordia a donde, ya de madrugada, llegaron diversos efectivos militares leales al gobierno, que estaban comandados por el general Orgaz, quien arrestó a los oficiales del Regimiento de Artillería de Ciudad Real, los cuales fueron condenados a duras penas de cárcel, incluso de muerte, aunque finalmente el gobierno del general Berenguer los amnistió en 1930.

Izq.: Cuartel de artillería de Ciudad Real en 1929. Dcha.: El General Orgaz acompañado del Coronel Liniers, jefe de la columna que llegó de Madrid, saliendo del edificio del Gobierno Militar de Ciudad Real. (Fotos obtenidas de El Sayon, de Emilio Martín Aguirre)