El siglo XIX fue una centuria en la que nuestro país experimentó notables cambios políticos, económicos y sociales, que, en muchos casos, vinieron provocados por procesos bélicos, revoluciones, revueltas y toda una serie de complejas circunstancias que transformaron de forma considerable la realidad española. Algunos autores han intentado resumir todo este convulso proceso señalando que permitió que los españoles pasáramos de ser súbditos a ciudadanos. Lógicamente estos acontecimientos no pasaron desapercibidos para los habitantes del territorio en el que centramos nuestro interés. En este sentido, uno de los primeros aspectos que debemos destacar es que fue precisamente en el siglo XIX, concretamente en 1833, cuando con la propuesta de una nueva división administrativa realizada por Javier de Burgos, que sería aprobada por un decreto publicado el 30 de noviembre, se definieron los límites y la configuración que actualmente presenta la provincia de Ciudad Real, que, desde entonces, es la tercera con mayor superficie de toda España.
Según algunas fuentes demográficas, la población con la que contaba la provincia de Ciudad Real en el momento de su creación sería de unas 277.788 personas, alcanzando a finales de ese siglo una cifra de 321.570 habitantes. De este modo, podemos comprobar que se produjo un evidente crecimiento demográfico, pero que, en líneas generales, estuvo por debajo del ritmo de incremento de población experimentado en el conjunto de España, el cual, a su vez, también estaba por debajo de los aumentos de población que a lo largo del siglo XIX conocieron otros territorios europeos como Francia, Alemania, Reino Unido e Italia.
La provincia de Ciudad Real, como el resto del país, se encontraba aún dentro de una fase conocida como régimen demográfico antiguo, caracterizado por presentar altas tasas tanto de natalidad (en torno al 38 por mil) como de mortalidad (en torno al 34 por mil). Esta circunstancia provocaba que en la mayor parte de nuestro territorio provincial predominara la población joven, llegando en algunas localidades a representar los menores de 20 años algo más del 40% del total de la población. A mediados de siglo la densidad de población en España se situaba en 31,5 habitantes por km2, mientras que nuestra provincia presentaba una densidad mucho menor, pues ofrecía valores en torno a los 17 habitantes por km2, siendo el partido judicial más poblado el correspondiente a Ciudad Real con unos 39 habitantes por km2 y los que mostraban las menores concentraciones de población eran los de Infantes, Almodóvar del Campo y Piedrabuena, con menos de 7 habitantes por km2.
En líneas generales, el crecimiento de la población fue muy lento, pero con una tendencia, más o menos, sostenida, aunque en algunas localidades como Ciudad Real, Almodóvar del Campo y Valdepeñas el porcentaje de incremento llegó a ser muy elevado. No obstante, a lo largo del siglo XIX se dieron una serie de circunstancias especialmente dramáticas, que provocaron un descenso de la población como consecuencia de una elevada mortandad provocada por la incidencia de ciertos procesos epidémicos, destacando especialmente ciertos brotes de cólera, viruela y fiebre amarilla, cuyos estragos resultaban más intensos al afectar a una población que solía padecer una deficiente alimentación y que no contaba ni con buenos recursos médicos ni con buenas condiciones higiénicas.
El nivel educativo y cultural de los habitantes de la provincia de Ciudad Real en el siglo XIX se caracterizó por presentar índices muy bajos. Hacia mediados de esa centuria más del 82% de las personas que residían en nuestra provincia no sabían ni leer ni escribir y aunque ese porcentaje mejoró algo en la segunda mitad del siglo, los datos no eran tampoco muy positivos en 1900, pues en ese momento la tasa de analfabetismo provincial se situaba en torno al 75%. En 1860 había unas 410 escuelas en la provincia, de dotación y calidad muy desigual, a las que asistían unos 27.000 alumnos, la mayor parte de los cuales eran niños, pues se consideraba que para las niñas era más adecuado aprender las labores del hogar. A la enseñanza secundaria accedían muy pocos alumnos, siendo el primer instituto que empezó a funcionar en nuestra provincia el localizado en el antiguo convento de la Merced de la capital provincial, que inició su labor educativa el 1 de noviembre de 1843.