Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

Hoy día resulta habitual encontrar en cualquier librería guías o libros de viajes, que nos ayudan a organizar unas vacaciones siguiendo los consejos y recomendaciones de otras personas que han realizado ese periplo previamente. También tienen muchos seguidores los programas televisivos en los que personas de nuestro país o de nuestra comunidad comparten su experiencia de vivir en lugares más o menos remotos. En la actualidad viajar se ha convertido en una experiencia placentera, que frecuentemente vemos reflejada en las redes sociales de amigos y conocidos, pero en el siglo IV las cosas eran muy diferentes, sobre todo si el viaje lo protagonizaba una mujer.

Egeria fue una mujer hispana, probablemente nacida en algún lugar del territorio ocupado actualmente por la comarca de El Bierzo y Galicia, que vivió en la segunda mitad del siglo IV. Tuvo que pertenecer a una familia acomodada y bien relacionada con el poder, de hecho, hay autores que apuntan la posibilidad de que tuviese cierta relación familiar con el emperador Teodosio. Estos vínculos familiares pudieron facilitar la realización de su idea de viajar a Tierra Santa, de hecho, viajó acompañada y, en algunos casos, se le otorgó protección. No obstante, no habría podido llevar a cabo esta aventura sin la inquietud e intrepidez que caracterizaban su personalidad. Vivió en una época de cambios profundos en la que los fundamentos ideológicos de raíz grecolatina del Imperio Romano empezaban a amalgamarse o diluirse, según se mire, con la cultura judeocristiana. En este contexto cada vez serán más numerosos los peregrinos, hombres en su inmensa mayoría, que viajaban a Tierra Santa para visitar los escenarios de la vida de Jesucristo que, en gran medida, habían sido recuperados y popularizados gracias a la acción de Santa Elena, madre del emperador Constantino. Egeria no solo fue de las pocas mujeres que decidieron afrontar el reto de este viaje, sino que, además, describió con detalle sus experiencias en la obra “Peregrinación a Tierra Santa”, que supone uno de los primeros ejemplos de la literatura de viajes. Lamentablemente esta obra no nos ha llegado completa, pero de su lectura se evidencia que su autora era una mujer culta, curiosa y muy devota.

Izq.: Biblioteca de la ciudad italiana de Arezzo. Dcha.: La gigantesca red de comunicaciones del imperio romano hacía que el desplazamiento por dicho territorio fuese relativamente sencillo y seguro. 

La buena y amplia red de caminos que unían los principales puntos del Imperio Romano facilitaron la iniciativa viajera de Egeria, aunque sus relaciones sociales e influencias familiares también desempeñaron un papel destacado para que su experiencia se desarrollara en las mejores condiciones posibles. A todo ello habría que unir que Egeria contaba con una amplia cultura que le sería de gran ayuda para superar los lógicos imprevistos que siempre acontecen en este tipo de aventuras. El viaje de esta audaz hispana se desarrolló a lo largo de tres años, entre el 381 y el 384. Al no haberse conservado completo su escrito se desconoce con exactitud el itinerario que recorrió, aunque es muy probable que la primera parte del recorrido la realizara desde Hispania hasta el sur de la Galia y el norte de Italia a través de la Vía Domitia. Desde allí, iría por mar hasta Constantinopla, prosiguiendo su viaje por tierra hasta llegar a Jerusalén, desde donde realizaría visitas a diversos lugares como el Sinaí o Mesopotamia.

A lo largo de más de 5.000 kilómetros entró en contacto con diferentes escenarios, personajes y culturas que reflejó con un estilo cercano, directo e, incluso, con buenas dotes de fina ironía. Su relato está lleno de detalladas descripciones tanto de los territorios que visitó como de sus costumbres y tradiciones. Además, se trata de una fuente muy interesante para conocer las características de la liturgia en Tierra Santa durante los primeros momentos del cristianismo. El texto reúne una recopilación de cartas o crónicas que Egeria envió a unas “señoras y hermanas” de su lugar de origen (se discute si eran amigas o formaban parte de una agrupación religiosa) en las que comentaba y describía las vivencias de su viaje. Este relato tuvo que ser conocido en la época, de hecho, Valerio, un monje que vivió a finales del siglo VII, cita el Itinerario de Egeria, el cual ha llegado hasta nosotros de forma un tanto casual, pues es el resultado del hallazgo en 1884 de un códice medieval por parte de un investigador en una Biblioteca de la ciudad italiana de Arezzo, en el cual se incluían diversos manuscritos entre los que figuraba el relato de este viaje, aunque al faltar las partes correspondientes al inicio y al final del texto original desconocemos si esta intrépida y pionera mujer regresó a su Hispania natal.

Izq.: El Santo Sepulcro en la actualidad. Dcha.: Una de las ediciones en español del escrito de Egeria.