Hellín, situada en la provincia de Albacete, es una ciudad rica en patrimonio cultural, natural y gastronómico, lo que la convierte en un destino turístico de gran interés.


Hellín cuenta con dos bienes patrimoniales declarados Patrimonio por la UNESCO. En 1998 se declaró como Patrimonio Mundial el Arte rupestre del arco Mediterráneo de la Península Ibérica, del que uno de los ejemplos más espectaculares es el Abrigo Grande de Minateda, y en 2018 fueron las Tamboradas de Hellín y Agramón (pedanía) las elegidas por la UNESCO para formar parte de las listas de Patrimonio Mundial, en este caso inmaterial.


Dentro de las Pinturas Rupestres, el Abrigo Grande de Minateda es, por su espectacularidad, el número de representaciones -centenares de ellas-, su calidad artística, y la variedad de escenas, uno de los mejores ejemplos de arte rupestre Levantino en la Península ibérica.


También engloba los vestigios arqueológicos como el Tolmo de Minateda, un parque arqueológico que muestra restos de civilizaciones íberas, romanas y visigodas.


Hellín cuenta con espacios naturales de gran valor ecológico, como el Parque Natural de los Calares del Mundo y de la Sima, que forma parte de la Sierra del Segura. El Cañón de los Almadenes y la Vía Verde del Tren de las Minas permiten a los visitantes disfrutar del senderismo, el cicloturismo y otras actividades al aire libre.


La gastronomía hellinera es otro de sus grandes atractivos, destacando productos locales como el arroz con denominación de origen Calasparra y una notable producción de turrones artesanales.

Ciudad del Tambor

Durante la Semana Santa, cerca de 30 cofradías participan en procesiones que combinan tradición y devoción. Las tamboradas de Hellín constituyen un multitudinario rito en el que impera la participación, la convivencia y la hospitalidad, entre los más de 20.000 tamborileros que toman parte en estas, bien de manera individual, o formando grupos o peñas. Sin distinciones de edad, sexo o condición se interpretan los redobles típicos de manera ininterrumpida, configurando la mayor tamborada del mundo. Las tamboradas transcurren entre el incesante y ensordecedor “tronar” de los miles de tambores, pudiéndose también apreciar “exhibiciones” en el redoble y “piques” entre peñas por imponer su toque. Las tamboradas de Hellín tienen diferentes momentos importantes, uno de ellos es la subida al Calvario en las primeras horas del Viernes Santo, tras haber estado toda la noche tocando el tambor, se sube acompañando a la procesión, configurando un espectáculo de colores y aromas indescriptible. Y el otro gran momento es el silencio que se produce el Domingo de Resurrección, cuando todos enmudecen para presenciar el encuentro entre Nuestra Señora de los Dolores y el Cristo Resucitado, para una vez producido este, estallar un estruendo de “racataplás” como símbolo de la alegría por la Resurrección.