De profesión, joyeros y relojeros

Pedro José Urtiaga Ortega comenzó en el mundo de la joyería y relojería allá por los años cincuenta junto a su hermano Francisco realizando sortijas de plata y doradas con monedas antiguas de aquella época que la gente les llevaba. Estuvieron unos cuatro años juntos hasta que se separaron, ya que, Francisco, estaba casado y quería dedicarle tiempo a su familia, quedando Pedro José a cargo del negocio en la calle Feria número 12 de La Solana.

Pedro José Urtiaga en la década de 1950.

Empezó prácticamente de cero, realizando sortijas caladas con los nombres o las iniciales de las personas, algunas de ellas de oro, aunque se vendían poco en esos tiempos, también vendía relojes, sobre todo de bolsillo, que eran los que se llevaban entonces hasta que empezó la moda de los relojes de pulsera. Por aquellos tiempos se dedicaba a trabajar en su pequeña tienda de lunes a sábado por la mañana y, las tardes de los sábados y los domingos completos, los pasaba recorriendo localidades vecinas como Alhambra o San Carlos del Valle donde se desplazaba en bicicleta para vender los diferentes artículos de los que disponía.

Pasaron los años y la bicicleta daba paso a un ciclomotor para desplazarse a las localidades vecinas, acompañado de su esposa, Francisca Tolosa y, años más tarde, también junto a uno de sus hijos, Pedro Antonio, yendo los tres subidos en el ciclomotor con los artilugios a cuestas y sin apenas protección, eran otros tiempos. El negocio funcionaba y ya contaba con diferente tipo de clientela, tanto de La Solana como de localidades vecinas, estos últimos ya se desplazaban a La Solana para hacer sus compras y no hacía falta desplazarse en bicicleta o ciclomotor como en años atrás.

Sobre mediados de la década de los sesenta, Pedro Antonio Urtiaga, con apenas 9 años de edad, ya ayudaba a sus padres en la tienda despachando, aunque subido en una silla ya que apenas llegaba al mostrador, y aprendiendo a armar y desarmar relojes de bolsillo que su padre tomaba a cambio cuando llegó el “boom” de los relojes de pulsera. A Pedro Antonio le fascinaba el mundo de la joyería y la relojería desde sus inicios, iba a la escuela, concretamente a unos maestros que había de Manzanares en la calle Lanas de La Solana, don Juan, don Domingo y don José María hasta que paso a el instituto y termino el Bachillerato elemental con 14 años, ayudando en la tienda de sus padres desde que tiene uso de razón.

Durante la década de los setenta, y más concretamente un sábado de abril de 1976, el establecimiento cambia de ubicación a la calle Calero número 7 y en la cual permanece en la actualidad. Un día después, el domingo, Pedro Antonio se fue a realizar el servicio militar hasta que lo terminó, volviendo a la joyería-relojería que era lo que realmente le apasionaba. Más adelante estudiaría joyería y engastado en la Escuela Internacional de Joyería, Gemología y Tasaciones en Madrid.

A comienzos de la década de los ochenta, Pedro Antonio ya comienza a hacerse cargo del negocio por la jubilación anticipada de su padre por una enfermedad, quedando a cargo del negocio él, su madre y una hermana, María Begoña, que ya ayudaba en la tienda. Con los años también comenzaron a ayudar en el establecimiento sus otros hermanos, aunque estos, no han seguido con las riendas del negocio, decantándose por otros trabajos. Tras el fallecimiento de su madre, Pedro Antonio y María Begoña son los que han seguido y siguen a cargo del negocio que iniciaron sus padres.

María Begoña, Carlos y Javier Urtiaga, hijos de Pedro José, en la fachada del nuevo establecimiento en la calle Calero número 7.

Durante finales de los ochenta comienza un nuevo “boom” en relojes, esta vez la de los relojes digitales, siendo la marca CASIO toda una revolución con su clásico digital y también con el reloj calculadora. Con el paso de los años todo ha cambiado mucho, tanto en relojería como joyería, con multitud de marcas y modelos a la hora de elegir y con muchas campañas publicitarias en televisión por ejemplo, teniendo que tener mucho más género que antes para vender algún artículo.

Y qué decir de los viajantes, los de toda la vida que llegaban al establecimiento con sus artículos en mano para ofrecerte novedades y género para vender. Eso también ha cambiado, aún siguen yendo al establecimiento, aunque más modernizados con sus tablets y demás y con menos género físico para verlo en persona.

Pedro José Urtiaga junto a su esposa Francisca Tolosa vendiendo sus artículos en localidades vecinas en la década de los 50.

Como anécdota, Pedro Antonio cuenta que, hace años, cuando su padre aun regentaba el establecimiento, un viajante que iba mucho por allí y que era un bromista, se encontraba en el establecimiento y entro un guardia civil que se apellidaba Trigo. Su padre le saludó con un “Buenos días Trigo, ¿qué tal?”… y el viajante tan bromista como era le comentó “¿pero es trigo limpio?”… a lo que el guardia civil, muy seriamente le contestó “Le estoy buscando a usted para llevármelo”… Pedro José Urtiaga se quedó “blanco”, diciéndole al guardia civil que solo era una broma, pero realmente el guardia civil no lo buscaba por el comentario, sino porque habían robado cerca de allí y quería comprobar el género que llevaba el viajante, quedando todo finalmente en un susto y algo anecdótico, ya que el viajante no tenía nada que ver con aquello.

Otro momento anecdótico también le ocurrió a Pedro José cuando un hombre entro en su establecimiento y se sentó en una silla y le pregunto que si tenía mucho dinero, a lo que Pedro José respondió “ni un duro”, pensando que era alguien que quería robarle. Entonces, este hombre le enseño unos cien relojes que quería vender a un precio muy económico, unas 400 pesetas de entonces y que costaban el doble más, Pedro José no acepto, pensando que podría tratarse de un timo o que eran robados. Con el tiempo se supo que esa persona era un conocido de la zona que se dedicaba a hacer pedidos grandes a los viajantes y no los pagaba, por eso los vendía tan económicos.

Pedro José Urtiaga junto a su hijo Pedro Antonio en la década de los 70.

Volviendo a la actualidad, si por algo se ha caracterizado Joyería-Relojería Urtiaga es, no solo por la venta de joyería y relojería, si no también, por la reparación tanto de joyería y relojería dentro de su propio taller arreglando todo tipo de relojes y joyas. En su establecimiento cuentan con todo lo relacionado con joyería y relojería con una gran variedad de marcas y modelos, desde los más económicos hasta los más valiosos, pero siempre con una garantía y calidad del producto, además de realizar diferentes arreglos y grabados tanto en joyería como en relojería.

Por eso, y con más de 60 años a sus espaldas ejerciendo esta profesión, quieren agradecer desde estas líneas la confianza depositada por su clientela en todos estos años y a las varias generaciones que han pasado por su establecimiento, desde abuelos, padres, hijos y nietos. Sin duda, Joyería-Relojería Urtiaga es todo un icono del comercio en la localidad de La Solana.

Texto: Ayer&hoy

Fotos: Joyería-Relojería Urtiaga