Una tarde en que Juan Belmonte no toreaba, subió al palco de la presidencia, acompañado de un amigo, para presenciar la corrida desde allí. Al entrar en el palco el presidente, a la postre Gobernador Civil, le saludó con cariño y les dio los mejores asientos. Cada vez que el presidente se dirigía a él lo hacía con el tratamiento de “don Juan”. El amigo de Belmonte no comprendía bien todo aquel comportamiento del presidente. Cuando acabó la corrida le preguntó a Juan la razón, y Belmonte respondió:
– Es que fue un antiguo picador mío.
– ¿Y cómo ha llegado de simple picador a presidente y gobernador?
Belmonte, con su típica ironía, contestó.
– Pues ya ves, degenerando.