Este mes de julio cumple 26 años dedicado en cuerpo y alma a la Psiquiatría en Ciudad Real, desde 2015 como jefe de servicio en el Hospital General Universitario de Ciudad Real. Luis Beato Fernández, natural de Lucena (Córdoba), con amplísima y reconocida experiencia clínica y psicoterapéutica, fue pionero en la creación de la unidad de trastornos alimentarios en 1999 y gestó la asignatura de su especialidad en la Facultad de Medicina de Ciudad Real. Ahora, se enfrenta a una ola de salud mental por la Covid-19 que intenta gestionar en estrecha coordinación con los servicios de Atención Primaria.

“Todos nos hemos sentido amenazados, pero no por eso todos necesitamos tratamiento de salud mental”

Pregunta.- ¿Cuáles son las enfermedades que se tratan en Psiquiatría del HGUCR?
Respuesta.- Los principales casos clínicos son de ansiedad y cuadros afectivos agudos que se ven en consulta, y otros más graves, como adicciones, psicosis o trastornos de la conducta. El servicio alberga varios dispositivos, entre ellos una unidad de hospitalización breve de adultos con 28 camas; una de conductas adictivas; una de hospitalización breve infanto-juvenil y una de trastornos de la conducta alimentaria, ambas de referencia regional e incluso nacional la segunda, con 15 y 10 camas respectivamente. Contamos asimismo con un hospital de día de adultos, ahora reconvertido por la pandemia. Y en consultas evaluamos tanto a adultos como a niños, en este último caso damos cobertura a las áreas hospitalarias de Valdepeñas, Manzanares y Puertollano.

Asimismo, hemos desarrollado interesantes programas, como el de atención a pacientes de cirugía bariátrica y uno más reciente de niños con obesidad mórbida. Mientras, en infanto-juvenil existe un programa de psiquiatría perinatal, desarrollado en el último año, que trata a madres con problemas en el embarazo, malformaciones o muertes fetales. Además, hemos creado un plan de atención precoz de trastornos del espectro autista, ya que nos dimos cuenta que los trastornos autistas no eran bien diagnosticados.

P.- Con tal cantidad de unidades y programas, ¿en qué medida les ha afectado la pandemia?
R.- Se ha puesto a prueba la capacidad del servicio. Por un lado, a los pacientes que sufrían una enfermedad mental (psicosis, trastornos bipolares, cuadros de ansiedad…) les ha ocasionado un mayor riesgo de desestabilización, mermando su estado de ánimo por el cierre de centros de rehabilitación y la limitación de relaciones sociales. Y por otro lado, la propia amenaza del virus y sus efectos en la salud han generado problemas en personas sin ningún cuadro clínico previo.

La suspensión de consultas por la Covid-19 y la casi imposibilidad de mantener los tratamientos supusieron un déficit de atención. Ahora lo que nos preocupa es evitar el solapamiento de la demanda actual con la ya existente. El estado emocional de la sociedad ha empeorado, causando que muchos cuadros aparezcan, que otros ya diagnosticados se reagudicen y que los recursos disponibles no sean suficientes.

No obstante, en hospitalización no hemos dejado de ingresar pacientes psiquiátricos en medio de la pandemia, no con las 53 camas pero sí con 15, hemos mantenido casos agudos y graves, más una unidad de observación. Hemos salido relativamente bien, funcionando las 3 áreas como una.

P.- ¿Se ha duplicado el número de consultas?
R.- No tenemos mucha capacidad para duplicar la atención ni tampoco a profesionales. En la actualidad, las consultas están a pleno rendimiento durante toda la mañana, pero ampliarlas por la tarde conllevaría unos costes logísticos difíciles de resolver.

La demanda nos está desbordando y hay que priorizar en menoscabo de otra atención, porque ahora somos nosotros, el servicio de Psiquiatría, el que lucha frente a una ola de salud mental. En la pandemia todos nos arremangamos, todos los recursos se suspendieron, pero en esta ola los profesionales de Salud Mental nos encontramos solos, un médico general no puede trabajar como psiquiatra y no disponemos de psicólogos dentro de una estructura de atención lógica y con posibilidades de continuidad.

P.- Pero, ¿no se han planteado la posibilidad de contratar a más profesionales?
R.- Lo que sucede es que no hay especialistas. En nuestro servicio llevamos varios meses con vacantes de Psiquiatría sin cubrir y nos está costando mucho conseguir cerrar una vacante de Psicología Clínica. Además, en las bajas por enfermedad difícilmente encuentras a profesionales para ser contratados por unos meses. Y, en algunas áreas, tampoco tendríamos espacio físico.

P.- ¿A qué patologías o acciones están dando prioridad?
R.- Hemos dado prioridad a la coordinación con Atención Primaria, a sabiendas de sus limitaciones y de la especificidad de nuestro departamento. Como consecuencia de ello, el psiquiatra del hospital de día se dedica ahora a la coordinación con Primaria y hemos aumentado en dos las consultas de psiquiatras. Esto nos permite poder realizar un primer filtro de valoración para el acceso a la Unidad de Salud Mental, seleccionando realmente a los pacientes que precisen un seguimiento más específico y estrecho.

El ciudadano puede pensar que el estrés diario o aquellas reacciones absolutamente normales de miedo, dolor o sufrimiento pueden acabar convirtiéndose en enfermedad mental cuando realmente no es así. Todos hemos tenido situaciones de pérdida, todos nos hemos sentido amenazados, y no por eso todos tenemos que recibir un tratamiento de salud mental. Hay que saber seleccionar. Y si nosotros los especialistas no pusiéramos criterios claros de acceso a la Unidad, se podrían quedar relegados pacientes con tratamiento y al final no trataríamos bien a nadie. Además de esta coordinación, hemos creado una zona covid dentro del servicio de Psiquiatría.

P.- ¿Cómo ha afectado la pandemia a la unidad de trastornos de la conducta alimentaria?
R.- Tuvimos que dar de alta a nuestros pacientes y destinar las diez camas a otros ingresos hospitalarios urgentes. Una vez regresados, hemos comprobado que la situación de enfermos con anorexia o bulimia ha empeorado. Para ellos, las restricciones impuestas por la pandemia para hacer actividad física suponían también restricciones para comer; si no podían salir a hacer ejercicio, tampoco comían. Tras las primera y segunda olas, hemos visto a muchos pacientes desestabilizados, de tener un peso mínimo sano o por debajo de lo sano sin necesitar hospitalización, a perder 10 ó 15 kilos, incluso algunos estaban desnutridos y en algún caso hubo que ingresar de urgencia. Cuando recuperamos todas las camas, la lista de espera era importantísima para el ingreso de menores y de trastornos de la conducta alimentaria, que ahora estamos priorizando.

En adultos hemos funcionado de forma diferente, ya teníamos programas orientados a la hospitalización domiciliaria, durante la crisis potenciamos la coordinación con la Unidad de Salud Mental y en consultas externas hemos podido contener a más pacientes, lo que ha evitado la saturación en hospitalización.

P.- ¿En qué porcentaje se ha podido aumentar el número de casos que llegan a Psiquiatría?
R.- Aún no hemos acabado con la pandemia. Cuando la amenaza física de riesgo es evidente, uno no se detiene a evaluar daños, ni a preguntarse por qué sufre esa ansiedad. Cuando pasa tal amenaza, aparecen los duelos, se empiezan a ver las pérdidas y las secuelas. Es cierto que las solicitudes de atención telefónica han aumentado, pero no existe una relación directa entre gravedad y demanda, pues puede ocurrir que personas que están realmente mal no tienen conciencia de enfermedad y no piden ayuda, y otras que no están mal exteriorizan por completo esa angustia.

P.- ¿Qué consejo colectivo puede dar a toda esa gente que padece ese temor?
R.- El mejor consejo que puedo dar me lo dijo un paciente: “Lo que no te mata te hace más fuerte” (sonríe). En mi opinión, esta crisis nos ha enseñado a relativizar los problemas y, en muchos casos, a tener que sobreponernos a las circunstancias.

Texto y fotos: Oliva Carretero Ruiz