Francisco Javier Morales Hervás y Aurora Morales Ruedas / Doctor en Historia y Graduada en Historia del Arte

Es bastante conocido el protagonismo de muchos españoles en la conquista de América. Lo que puede resultar más llamativo es que en ese proceso de conquista también desempeñaron un destacado papel algunas españolas, como la que vamos a presentar en las siguientes líneas.

Inés Suarez nació en Plasencia en 1507 y su vida es poco conocida hasta que con 19 años se casó con un comerciante malagueño llamado Juan, cuyos negocios eran prósperos, pero que decidió probar suerte en el Nuevo Mundo. Inés acató la orden de su marido de aguardar su regreso en Málaga y dedicarse a administrar sus negocios. La intranquilidad de Inés iba en aumento, sobre todo cuando dejó de tener noticias de su esposo, por lo que decidió ir a América a buscarle. En aquellos momentos las mujeres solo podían viajar a las tierras americanas si iban acompañadas por su padre o por su marido, pero, gracias a su tenacidad, Inés logró que dos ilustres vecinos dieran fe de ser buena cristiana, lo cual posibilitó que se le concediese un permiso real para realizar en 1537 el viaje junto a una sobrina.

Poco tiempo después de llegar al continente americano sus temores se confirmaron, pues descubrió que su marido había fallecido en la batalla de Salinas, en la que se habían enfrentado seguidores de Diego de Almagro y de Francisco Pizarro. La noticia le provocó un profundo abatimiento, pero, tras asimilar el duro golpe sentimental, decidió invertir el dinero que recibió como compensación de la muerte de su esposo en acto de servicio y adquirió un terreno en el Cuzco, donde se dedicó a reparar los uniformes de los soldados. También destinó parte de este lugar para ubicar una especie de hospital de campaña para atender a soldados heridos.

En Cuzco conoció a Pedro de Valdivia, extremeño como ella, que era uno de los militares de más confianza de Francisco Pizarro, quien encomendó a Valdivia organizar en 1540 una nueva expedición para conquistar Chile. Aunque Pedro estaba casado y su mujer le “aguardaba” en España, pronto su relación con Inés dio lugar a un apasionado romance, hasta el punto de que solicitó autorización a un obispo y al propio Pizarro para poderla incorporar a la expedición como “sirvienta”. Para poder acompañar a Valdivia, Inés vendió sus posesiones y con el dinero que consiguió se compró un caballo, una coraza y una espada, elementos que tuvo que emplear en múltiples ocasiones, de hecho, según algunos cronistas, era muy diestra manejando la espada y la ballesta.

Izq.: Pedro de Valdivia. Centro: «La fundación de Santiago», óleo de Pedro Lira (1858). El conquistador Pedro de Valdivia durante la fundación de dicha ciudad en el año 1541. Dcha.: Inés Suárez durante la defensa de Santiago de Extremadura el 11 de septiembre de 1541.

La aventura que emprendieron estaba repleta de peligros y dificultades al tener que atravesar los Andes y el desierto de Atacama, pero gracias al tesón, la astucia y, en ocasiones, también la suerte, pudieron conseguir lo que otros antes no lograron. Valdivia tuvo que compartir esta expedición con otro conquistador, Pero Sancho de Hoz, y pronto surgieron conflictos entre ellos, motivados por la desconfianza y las dudas en torno al reparto de beneficios y honores de las tierras por conquistar. Sancho de Hoz conspiró en más de una ocasión contra Valdivia, pero la perspicacia y la resolución que caracterizaban a Inés lograron hacer fracasar estas conspiraciones. Poco a poco Inés fue cobrando más protagonismo en la expedición por su eficacia en la atención a los enfermos y heridos, sus dotes en la lucha y su capacidad como zahorí, que le permitió salvar la expedición al encontrar agua en pleno desierto de Atacama. Todo ello hizo que se ganara el respeto y la admiración de los soldados.

En diciembre de 1540 la expedición llegó al valle del río Mapocho, donde en febrero de 1541 Valdivia fundó la ciudad de Santiago de Nueva Extremadura (actual Santiago de Chile). Siete meses después, Valdivia tuvo que abandonar esta ciudad junto con un grupo de soldados para sofocar una revuelta de guerreros indígenas. Esta circunstancia fue aprovechada por el líder mapuche Michimalonco para atacar la ciudad, que, a pesar de contar con un reducido número de soldados para defenderse, pudo resistir gracias al decisivo protagonismo de Inés Suarez que alentó a los soldados para mantener el necesario espíritu combativo y no dudó en adoptar expeditivas decisiones como la de ejecutar a siete caciques indígenas que tenía prisioneros y arrojar sus cabezas contra los atacantes, hecho que surtió el efecto que pretendía, pues cundió el temor y el desánimo entre los seguidores de Michimalonco, quien, finalmente, abandonó el asedio. La valerosa acción de Inés en la defensa de Santiago fue recompensada con tierras y condecoraciones.

Algunos años después, Valdivia fue juzgado por diversas acusaciones, entre las que se encontraba la de vivir amancebado con Inés. Valdivia fue absuelto con la condición de poner fin a su relación con Inés y concertar para ella matrimonio con una persona honrada. Para cumplir la sentencia Valdivia decidió en 1549 que uno de sus mejores capitanes, Rodrigo de Quiroga, se uniera en matrimonio con Inés. Rodrigo e Inés acataron la decisión de Valdivia, lo que les llevó a compartir sus vidas casi 30 años, durante los cuales Inés se dedicó a desarrollar labores humanitarias, promoviendo la creación de hospitales y de instituciones religiosas hasta su muerte en 1580.