Francisco Javier Morales Hervás/Doctor en Historia.

A partir de finales del III milenio a.C. y, sobre todo, a lo largo del II milenio a.C. nuestro territorio provincial experimentó un considerable crecimiento demográfico, hasta el punto de que prácticamente todas las comarcas de la actual provincia de Ciudad Real muestran pruebas de presencia humana. Casi podríamos decir que, en cierto modo, las bases de nuestra actual configuración poblacional se remontan a unos 4.000 años atrás. Este período corresponde con el desarrollo de la Edad del Bronce, etapa que hasta hace unos años era conocida en nuestras tierras como “Cultura de las Motillas”, aunque actualmente se tiende a denominar Bronce Manchego, que estaría representado por diversos tipos de asentamientos, cuyas características y localización responden a distintos procesos de adaptación al medio por parte de grupos humanos.

La Motilla del Azuer (Daimiel).

Los análisis de fauna y de restos vegetales y de polen realizados en diferentes yacimientos nos permiten afirmar que el medio ambiente sería parecido al actual, aunque algo más árido. Entre los árboles predominaría la encina, acompañada de alcornoques, quejigos y pino carrasco. Entre los arbustos habría enebros, madroños, lentiscos y jaras. La abundante presencia de polen de cereales pone de manifiesto la importancia que ya había alcanzado la agricultura.  Como ya hemos comentado, se diferencian distintos tipos de asentamientos. Por un lado encontramos los poblados en altura, también denominados castillejos o castellones, localizados en lugares elevados, lo que les confería una defensa natural que, en ocasiones, se complementa con sistemas de fortificación, además de otorgarles una excelente ubicación para ejercer un control estratégico tanto de los recursos como del territorio. Este tipo de poblados aparecen fundamentalmente por los Montes de Toledo y áreas elevadas del Campo de Calatrava y del Campo de Montiel, siendo el ejemplo mejor conocido el poblado de La Encantada (Granátula de Calatrava) que presenta un complejo sistema defensivo que consta de bastiones, murallas y silos-torreones. Las viviendas se adaptan a la topografía del terreno y en su mayor parte presentan plantas cuadrangulares, aunque también las hay ovales y circulares. Están construidas con zócalos de mampostería sobre las que se levantan paredes de tapial que eran revestidas  con revocos y enlucidos. Las techumbres se realizaban con maderas y ramajes y en el interior de las viviendas había hogares, bancos corridos y pavimentos de barro.

En las zonas menos elevadas y cerca de ríos y áreas pantanosas aparece un tipo característico de asentamiento denominado motilla. Se trata de unas peculiares construcciones configuradas por una serie de líneas de muros concéntricos en torno a una torre central, que podía llegar a alcanzar unos 10 metros de altura, que tenía una función de control y vigilancia. En el interior del recinto amurallado aparecen áreas de trabajo, de almacenamiento, domésticas, aunque el hábitat se localiza básicamente extramuros. El mejor ejemplo de este tipo de asentamiento es la Motilla del Azuer (Daimiel), que controlaba un pozo estratégico para el abastecimiento humano y la actividad agraria desarrollada por sus habitantes en una época caracterizada por cierta aridez. Otro tipo de asentamiento serían los denominados “fondos de cabaña” como los documentados en “Las Saladillas” (Alcázar de San Juan). Se trataría de una forma de ocupación protagonizado por poblaciones seminómadas que construirían este tipo de asentamientos estacionales, probablemente vinculados a prácticas como la ganadería transhumante.

Los enterramientos consisten en inhumaciones que no suelen formar necrópolis, sino que aparecen en diferentes zonas de los asentamientos, donde los cadáveres aparecen en cistas de piedra o grandes recipientes de cerámica en posición flexionada y acompañados de sencillos ajuares. En el ámbito de las creencias también hay que comentar, por un lado, las representaciones de arte esquemático, especialmente importantes en el entorno de Sierra Morena-Valle de Alcudia y, por otro, la posible existencia de rituales relacionados con observaciones astronómicas como las que podrían haberse realizado en localizaciones como el Castillejo de Bonete (Terrinches).

A la izquierda vista panorámica del Castillejo del Bonete (Terrinches); a la derecha La Encantada (Granátula de Calatrava).