¿Por qué muchas veces queremos más a un animal que a una persona? Tal vez porque el animal nunca nos traicionará. Tal vez porque muchas personas nos han dejado tirados mientras el animal sigue fiel a nuestro lado. Sin embargo nosotros no siempre les somos fieles y con mucha frecuencia nos desembarazamos de ellos en cuanto nos dejan de gustar. Hablamos de los animales de compañía, de esos seres que no aportan más beneficio que su presencia. Ni chuletas, ni leche, ni piel (arrancada a veces cuando aún están vivos) nos aportan. Sólo su presencia, su alegría o sus molestias. Porque también sufren, enferman y se lamentan cuando el dolor o la desazón se adueña de ellos. De ellos tratamos en este artículo. A ellos les dedicamos estas páginas.

En este reportaje pensábamos hablar de mascotas, pero, ahora, al parecer, lo políticamente correcto es hablar de animales de compañía. Bien. Veamos, entonces que es un animal de compañía y por qué nuestro periquito ha dejado de ser una mascota. Eso sí, desde hace sólo algunas décadas. Al parecer han sido los propios profesionales del sector, tanto propietarios de tienda, como criadores o veterinarios, los que se han inclinado por llamar ahora así a los diversos bichos que conviven con nosotros en el hogar. Parece ser que lo que ha variado esencialmente ha sido la relación entre el animal y los propietarios. “Ha pasado a ser un miembro más de la familia. No es lo mismo el perro que sirve a un pastor en el rebaño, lo que después fue la mascota y lo que ahora es un animal de compañía”, comenta Gregorio Herrera, veterinario y director gerente de Clínica Veterinaria Alfonso X, de Ciudad Real.

Los perros, por ejemplo, llevan unidos al hombre desde los tiempos prehistóricos, tanto para ayuda en la caza como por defensa. No dejaban de ser, pues, como lo son ahora, unos utensilios más. Eso, al margen de que la relación entre animal y persona pudiese ser más o menos afectiva. La mascota sería ese mismo perro al cual se acoge no por su utilidad, sino por su simpatía, o por su figura, o habilidades varias. Y la relación afectiva podría ser más o menos estrecha, pero siempre de acuerdo con las cualidades de un animal. En tercer lugar está el animal de compañía que es aquel que deja de ser algo “curioso” para convertirse en un miembro más de la familia.

Pero ojo, “nada de que es uno más y de que lo quiero como a un hijo. No es un hijo más, aunque es verdad que convive con el grupo familiar y mantiene relaciones con la mayoría de los miembros estableciéndose vínculos afectivos muy intensos, sobre todo con cierta clase de animales muy propensos a ello”, afirma Gregorio Herrera.

Para entendernos un poco, la mascota es un animal que se tiene por capricho, no por su utilidad, mientras que el animal de compañía sería una mascota que participa más en la vida común, que llega a ser considerado como un miembro más del grupo familiar y que “mantiene una relación afectiva del animal hacia la persona y a la recíproca”.

Llegados a este punto debemos ver qué animales están considerados por los profesionales como animales de compañía, salvando, claro está, las extravagancias, que siempre existen, aunque algunas de ellas terminen haciendo furor y convirtiendo lo raro en el pan nuestro de cada día, como hace unos años ocurrió con los patitos de colores que los niños pedían a sus padres como si fuesen Barbys.

Los reyes de la compañía, por tradición, han sido, y siguen siendo, el perro y el gato. Les siguen las pequeñas aves, como los canarios, periquitos, los loros en general, las tortugas y los peces de acuario. Pero una vez más nos encontramos con importantes cambios ocurridos en las últimas décadas, en las que se han convertido en habituales los conejos o los hurones (por cierto, enemigos mortales entre sí, pero esto es anecdótico). El conejo es un animal que sorprende mucho cuando se le conoce y se convive a diario con él. Reúne características propias de los perros y los gatos y no tiene los inconvenientes de ninguno de ellos.

Y por supuesto los llamados exóticos, que incluye aves de cualquier clase y condición, como puedan ser las rapaces, los pequeños mamíferos, entre los que no podemos olvidar los hamster, y reptiles de todo tipo, condición y tamaño, tanto terrestres como acuáticos, desde la pequeña tortuga a las gigantescas serpientes. Esto nos podría llevar a un punto que no trataremos en este reportaje, pero del que sí queremos dejar constancia: el comercio clandestino y, por supuesto ilegal, de animales exóticos, muchos de ellos protegidos, y algunos en peligro de extinción, que es mucho más importante de lo que pudiéramos imaginar y que existe porque siempre hay alguien dispuesto a pagar por un ejemplar raro saltándose la Ley.

Nuevas tendencias

Los cambios importantes con respecto a la compañía de animales se han producido en las últimas décadas dado que ha aumentado el número de aficionados a tener animales en casa, pero sobre todo, porque han crecido los conocimientos, y la información sobre los mismos, mucho de ello como consecuencia de lo mucho que hoy se viaja y los contactos que se toman con culturas muy diversas. Y, por supuesto, como en tantas cosas del vivir diario, Internet no ha sido ajeno a ello.

¿Pero qué aporta un animal de compañía a una persona? ¿Por qué complicarse la vida con cuidados durante el día y la noche, inversiones en alimentos, en veterinarios y en impuestos y licencias? ¿Merece eso la pena?

Está claro que debe ser que sí, pero ve amos lo que nos dice el veterinario experto. “Estas preguntas deberían hacerse casi más a un psicólogo, pero los veterinarios tenemos también bastante de esa faceta. Los animales aportan muchísimo, pero eso también depende de la clase de animal del que hablemos. Es muy distinto lo que nos puede aportar una pitón a lo que nos dé un Yako gris africano. Por ejemplo,
las aves son animales muy inteligentes que mantienen relaciones afectivas muy importantes, algo que ya es muy relativo con una serpiente. ¿Qué aporta esta? Es difícil de definir, suelen tenerlas personas a las que les atraen, bien por sus formas, movimientos, color, actitudes, pero sin que haya esa relación afectiva que pueda aportarnos un perro. Eso está claro. Pero una serpiente sí llega a conocer a su dueño y a relacionarse con él de forma distinta a como lo hace con otras personas extrañas. Pero esta relación de más o menos afectividad pueda darse incluso dentro de los perros, puesto que son tan diferentes unos de otros, según las razas, que la relación no puede ser igual. Y pienso, por ejemplo, en los perritos de compañía y en los potencialmente peligrosos. Reaccionan de forma muy distinta y quien elige uno u otro lo hace por motivos muy distintos”, nos confirma Gregorio.

La elección

Y ahora llega el pero. Porque todo en este mundo tiene un pero. No es sencillo elegir el mejor animal de compañía, y en este caso el capricho suele estar por encima, en muchísimos casos, del conocimiento y la información. Esto lleva a muchos errores que terminan pagando todos, pero sobre todo el propio animal. Aunque también es verdad que, poco a poco, las personas suelen estar más concienciadas y preparadas.

La realidad es que por una parte es muy sencillo adquirir un animal, ya sea por compra, donación o adopción. Pero para que la adquisición no se convierta en un fracaso han de tenerse unos conocimientos previos que van desde la propia legalidad, hasta las necesidades más elementales que deben satisfacerse al animal. Y en muchos casos se ignora todo. Incluso las propias posibilidades. Hay animales que conllevan una necesidad de tiempo (por ejemplo, sacarles a la calle de paseo) del que no se dispone, o unos gastos veterinarios que no se quieren afrontar, o un simple espacio para desenvolverse que una vivienda pequeña no aporta. Ello conlleva frustración para el animal y para el dueño, además de enfermedades, problemas e incluso actuaciones ilegales. “Mi consejo es que la gente se informe previamente. Primero de la legalidad y de la normativa, algo importantísimo en los animales exóticos. Segundo de los cuidados que requieren esos animales, porque muchas personas conocen más o menos, (más o menos), el cuidado de los perros y gatos, pero otras muchas ni siquiera eso. En tercer lugar de los gastos que tendrán que hacer frente, muchos de ellos sanitarios.

Ejemplo: una pequeña tortuga puede costar muy poco pero necesita un terrario que ya puede conllevar un gasto económico importante. Por eso aconsejo, a cualquier persona que vaya a adquirir un animal, que consulte siempre a un veterinario porque éste le guiará sobre cuál será el mejor según sus posibilidades de tiempo, espacio y económicas. Y además esta consulta le saldrá casi siempre gratuita, porque los veterinarios estamos deseando que la gente se dirija a nosotros en estos casos. Estamos dispuestos a informar siempre de una manera desinteresada. Porque además, como luego tenemos que solucionar muchos problemas, tenemos experiencia y sabemos cómo prevenirlos”, comenta Gregorio Herrera.

Donde dirigirse

Pero no sólo de información vive el amante de los animales, sino también de formación. ¿Dónde adquirirla? ¿Y que sea fiable? He aquí dos problemas. La información veraz, está garantizada, por lo menos en lo esencial, a través de los veterinarios. También de algunos profesionales de la venta. Ellos pueden informar de las características de los animales, sus principales necesidades y la legislación pertinente. Esta sería la primera toma de contacto. Pero además se puede guiar al interesado sobre otras fuentes en las que buscar información o recibir formación. Y volvemos a Internet. ¡Cuidado! Hay sitios muy buenos, pero también los hay que son muy poco de fiar. Lo mejor es que sean los propios profesionales los que nos indiquen esos lugares seguros.

De esta falta de información y formación provienen los principales errores que se cometen a la hora de elegir ese animal de compañía. Entre ellos podemos citar, como principal y resumen de los demás, el desconocimiento absoluto que se tiene sobre el animal que se adquiere. Y el segundo, una vez visto que no se sabe nada sobre ese animal que nos está mirando y no sabemos lo que quiere, es recurrir a lugares equivocados en busca de esa información, a ese “cuñao que todo lo sabe”. La ignorancia, que es muy atrevida, sirve para que la red, e incluso la calle, los más cercanos, se llenen de especialistas que todo lo saben sobre animales de compañía o…sobre lo que en ese momento toque saber.

Otra de las grandes ventajas de consultar a los profesionales, además de hacerlo en persona, es que en caso de problemas se les puede denunciar, algo que difícilmente podremos hacer con una página web que vaya usted a saber quién la controla y dónde vive.

Me equivoqué

Bueno, ¿y ahora qué? Porque me he comprado un perro que no hay quien pueda con él y, además, se ha puesto malo. Vamos, que me he equivocado de arriba abajo.

En este caso, y al contrario de lo que habitualmente hacemos en la vida, lo primero que tenemos que hacer es asumir nuestro error. Porque es nuestro, no del perro que no nos entiende. Y así, reconociéndolo, lo intentaremos arreglar buscando las soluciones más favorables para la mascota que es quien menos culpa tiene de haber caído en nuestras manos. Un buen recurso es acudir a las sociedades protectoras de animales, las cuales, siempre en contacto con veterinarios, terminarán recolocando al animal.

Lo que nunca jamás debe hacerse es abandonarle a su suerte. En primer lugar porque es un acto muy cruel propio de personas incultas y sin escrúpulos, y en segundo lugar porque muchos de esos animales sobreviven en un hábitat que no es el propio y no sólo no mueren sino que llegan a colonizarlo destruyendo muchas veces la flora y la fauna autóctona y produciendo desequilibrios en la Naturaleza produciendo daños gravísimos al medio ambiente. Hay numerosos casos de todos conocidos, como el del cangrejo americano que ha colonizado todos los ríos de España, o de serpientes que han invadido grandes extensiones de terreno en las que no hacía muchos años eran inexistentes.

En definitiva, debemos saber bien lo que queremos para acertar a la hora de adquirir una mascota. Y si nos equivocamos, no seamos soberbios ni crueles, porque entre una persona y un animal, seguro que el inocente siempre es el animal. No le condenemos pues, a pagar unos platos rotos que sólo nosotros hicimos trizas.

Texto y fotos: Ayer&hoy