Vicente Paniagua Logroño, nacido en 1947 en Alcázar de San Juan e Hijo Predilecto de la ciudad. Si resumimos su carrera deportiva en tan sólo unos números hemos de indicar que jugó 11 temporadas en el Real Madrid, de 1966 a 1977, y que ha sido internacional con la Selección Absoluta, consiguiendo ser 10 veces Campeón de Liga, 3 veces Campeón de Europa, 1 vez Campeón del Mundo y 9 veces Campeón de Copa. Los entendidos en baloncesto destacaban de él su carácter luchador, su intensidad defensiva y, sobre todo, la entrega total al equipo para conseguir el triunfo. Hoy en su localidad natal un Pabellón Multiusos lleva su nombre y hace unos meses se presentó un libro autobiográfico, “Una apoteosis breve para un largo recuerdo”, escrito por el también alcazareño Justo López Carreño.

“Aún hoy el premio es seguir perteneciendo a la familia del baloncesto del Real Madrid”

Pregunta.- Su carrera deportiva junto a personajes míticos del baloncesto español: Corbalán, Sevillano, Brabender, Luyk, Emiliano, Rullán… ¿qué siente al recordar aquellos años de gloria deportiva y que el recuerdo de la misma haya perdurado en el tiempo?
Respuesta.-
Imaginaros cuando uno llega al Real Madrid y empieza a ver, y muy pronto a jugar con ellas, a estrellas del baloncesto que yo había seguido en el pueblo desde la televisión. Mis primeros momentos jugando en la máxima categoría del club fueron impresionantes e indescriptibles al verme junto a Luyk, Sevillano, Emiliano, Sainz… jugadores veteranos que tiraban del equipo. No he de negar que los principios no fueron cómodos, mi respeto hacia estas figuras deportivas era tal que tardé un tiempo en adaptarme a esa situación. Pero luego todo fue fluyendo con la llegada de nuevos jugadores y consolidando mi rol dentro del equipo. Recuerdo que por una lesión de Luyk llegué a ejercer de capitán del equipo. Era todo un sueño convertido en realidad, “el niño de pueblo convertido en capitán del Real Madrid”.


Y así, una carrera deportiva de once años en el club, realmente trece, porque estuve dos años en las categorías inferiores, así que empecé como canterano hasta que subí al primer equipo. Siempre con la responsabilidad de que el trabajo individual afecta al conjunto del equipo. Y con la suerte de estar siempre rodeado de gente que me ha aportado mucho, me han ayudado a crecer y por eso logré las cotas profesionales que alcancé. Recuerdo con mucho orgullo que en varias ocasiones, jugadores claves en la plantilla que fueron elegidos “mejor jugador de la temporada” (y hubo muchos), reconocían públicamente que sin mi trabajo no hubiesen conseguido ese logro: “Si yo jugaba con él y para él, él era más.”.


P.- El antiguo Club Balmes, Antonio Díaz-Miguel, el Grupo 76 Alkasar, Vicente Paniagua… La historia deportiva de Alcázar está impregnada de baloncesto durante décadas. ¿Un Hijo Predilecto de la localidad siente orgullo de ello?
R.-
Recuerdo que el primer baloncesto que veo es en la plaza del pueblo. El también alcazareño Antonio Díaz-Miguel traía, en ocasiones, jugadores del Real Madrid y se organizaban partidos que atraían a multitudes de alcazareños. Esto hizo que la afición por este deporte fuese muy importante y animara a la aparición de equipos que muy pronto comenzaron a organizar competiciones locales. De aquellos primeros partidos en la plaza se pasó a las primeras pistas, luego a pistas más acondicionadas y cubiertas, hasta concluir en los pabellones e instalaciones actuales.


En este devenir histórico del baloncesto local, la aparición de alcazareños que han alcanzado cotas y éxitos deportivos muy importantes, y como muestra más reciente, tenemos el ejemplo de Paula Saravia Logroño, jugadora del Movistar Estudiantes que este verano ha conseguido con la Selección Española de Baloncesto Sub-18 la medalla de plata en el Europeo celebrado en Grecia. Por esto sí que me siento muy orgulloso de la relación que desde décadas ha mantenido Alcázar con el deporte de la canasta y me alegra muchísimo haber puesto mi granito de arena para que este vínculo se mantenga.


P.- ¿Cómo empezó la práctica del baloncesto y como era la vida de un joven de provincias en los años 60 que se desplaza a la capital?
R.-
Empiezo a practicar el baloncesto porque mi primo Alfredo jugaba en la plaza e iba a verlo siempre, él me fue metiendo la afición por este deporte y, junto con mis primos, en un corral donde trabajaba mi padre hicimos unas canastas y allí, Alfredo nos enseñaba a jugar, a cómo practicar el tiro, etc., esos fueron mis primeros contactos con este deporte.
Como tenía una buena altura desde muy joven empecé a jugar. Recuerdo la confianza que pusieron en mí entrenadores de Alcázar, como Flores, Baquero y José Luis Mazuecos, y con catorce años ya jugaba en partidos a nivel local y competía con jóvenes, y no tan jóvenes, mucho mayores que yo. Todo fue muy rápido y con quince años ya jugaba en Segunda División Regional. Esto me vino muy bien y recuerdo que cuando llegué a los juveniles del Real Madrid, tanto había bregado yo con los mayores que me sentía superior a mis compañeros.


Sí tengo que destacar que al verme con posibilidades en el baloncesto desde joven le dediqué mucho tiempo. Mientras otros jóvenes en sus momentos de ocio se divertían con las actividades propias de la edad yo me iba solo al Colegio de los Trinitarios y me pasaba los domingos enteros tirando a canasta. Incluso en aquellos años ya llegué a ser máximo anotador provincial.
Y así, en 1963, un día cogí el tren, junto a otros amigos y Manolo Mazuecos, que nos acompañó a la capital para hacer una prueba en el Frontón de Vistalegre que era donde jugaba el Real Madrid, sin decírselo a mis padres ni nada. La experiencia fue un éxito pero tuve que esperar, pues al no tener familia en Madrid, no pude quedarme porque el club no costeaba la estancia. En septiembre con motivos de las fiestas, vino a jugar a Alcázar el Torneo de Ferias el “Fátima”, un club de Madrid de Segunda División, contra un conjunto de jugadores de la comarca donde yo participé. Su entrenador, Manolo Villafranca, habló conmigo para preguntarme si quería irme con él a Madrid, le presenté a mi padre y aceptamos enseguida. Mi marcha al Real Madrid ya era realidad.


Estando allí lo primero fue el contraste de mi vida tranquila en Alcázar a la vida más compleja de la capital. Echaba de menos mi pueblo y, en mis tiempos libres, solía irme a la Estación de Atocha a ver llegar los trenes y encontrar entre los viajeros paisanos con los que conversar y sacudir esa añoranza inicial. Pero la integración en el Real Madrid fue muy rápida y esos primeros momentos de desasosiego pronto quedaron atrás.


P.- ¿Y cómo se siente ante el cariño de su pueblo y su comarca? ¿Se siente embajador de La Mancha?
R.-
Se dice que “nadie es profeta en su tierra” pero en mi caso no es así. Cuando terminé mi carrera deportiva, con treinta años, me vine a la casa de mi pueblo y he sido uno más junto a mis paisanos. He trabajado en una entidad bancaria, he dado clases en Tomelloso y Alcázar, he organizado cursos de entrenadores de baloncesto, he participado en Campus de baloncesto en la región, fui director deportivo en la Federación de Castilla-La Mancha a la que llegué a presidir durante dieciséis años, organicé las Selecciones Autonómicas… en definitiva, muchos proyectos llevados a buen puerto.


Sin duda, me siento querido en mi pueblo y en mi región. Me encanta colaborar siempre que me llaman para dar charlas, participar en fiestas del deporte… y estoy orgulloso de poder presumir de muchos amigos, hechos a lo largo de tantos años, y de haber sido elegido, por votación popular, como uno de los mejores deportistas de la historia en la región.


P.- Para finalizar y como curiosidad, ¿es cierto que hizo sus pinitos en el mundo de la música y que le controlaban lo que hoy llamamos el “look”: las melenas, la forma de vestir, etc.?
R.-
Es una anécdota muy curiosa. Efectivamente no nos dejaban llevar melenas ni patillas largas. A mí, que era conocida mi afición por la música en Alcázar donde había hecho mis pinitos en algunos grupos musicales con amigos, me ataban corto y me impidieron lucir los peinados de los Beatles que eran los que a mí me gustaba llevar en aquellos años.


Pero todo mereció la pena. Aún hoy el premio es seguir perteneciendo a la familia del baloncesto del Real Madrid. Con los veteranos seguimos haciendo muchos viajes por España y Europa rememorando buenos momentos deportivos y sentimos el cariño por todos los pabellones míticos donde hemos dejado nuestra impronta.

Texto y Fotos: Ángel Martín-Fontecha