El sol salió nada más suspenderse el desfile por la lluvia, por lo que se improvisó una “despedida” por los Paseos del Río.

Pasadas las seis de la tarde, los restos de la ‘Sardina’ fueron incinerados ayer junto a la puerta de ‘La Pérgola’ toda vez que la lluvia respetó el ‘no entierro’, puesto que éste se suspendió debido a la lluvia que caía sobre Manzanares media hora antes del inicio. La despedida del carnaval se trasladó a la carpa, donde se repartieron centenares de pastas con la forma de sardina tras un improvisado recorrido en honor a la difunta por los Paseos del Río.

La necesaria lluvia no aguó el miércoles de carnaval pero sí trastocó la programación prevista, lo que originó un entierro de la Sardina “de lo más peculiar” como lo definió la concejala de Festejos, Esther Nieto-Márquez. Ayuntamiento y carnavaleros decidieron a las cuatro y media de la tarde, debido a la lluvia que no paraba de caer desde antes de las dos, suspender el recorrido desde la plaza del Gran Teatro hasta ‘La Pérgola’ y trasladar el velatorio de la Sardina a la carpa allí instalada, donde se repartieron las pastas con su silueta.

Con la difunta en el coche fúnebre junto a la carpa, y a la vista de que el sol no se quiso perder los actos, los carnavaleros improvisaron un recorrido por los Paseos del Río con el fin de darle “la despedida que se merecía”. Y entre cuatro gatos, pues así iban disfrazados, portaron a hombros el féretro de la Sardina en una comitiva sin excesivos componentes pero de lo más singular y divertida, en la que algún miembro de la misma acabó dentro del ataúd una vez que la Sardina fue incinerada.

La concejala de Festejos entregó los tres premios de 50 euros a dos de las peñas presentes y a los ‘cuatro gatos’ que llevaron a hombros a la Sardina.

Sardinada

El miércoles de carnaval también fue fiel a otra cita ya tradicional en Manzanares. Se trata de la sardinada popular celebrada en la plaza de la Constitución por la mañana, en la que los carnavaleros asaron 108 kilos de sardinas que fueron repartidas con pan y un vasito de vino. Ante la amenaza de lluvia, fueron previsores y se resguardaron bajo los portales de la casa ‘Josito’. Y menos mal, porque al final llovió.