Era 31 de julio de 1999. Entre las propuestas programáticas que avancé en el discurso de mi primera toma de posesión como presidente de la Diputación de Ciudad Real figuraba la organización de una Feria Nacional del Vino en Ciudad Real. De inmediato aprecié más escepticismo que fe en que tal posibilidad pudiera llevarse a cabo. Ponerle nombre no resultó dificultoso. Se me ocurrió una noche en casa, aplicando un acrónimo sobre el nombre completo del evento.
Mi vinculación personal al sector vitivinícola (había trabajado en las viñas, había ejercido como “pisaor” en dos bodegas durante varias campañas, había vivido de cerca los problemas del injusto precio de la uva y el vino en una provincia que había llegado tarde al mundo del embotellado, de la calidad diferenciadora bien proyectada, de conseguir presencia suficiente de nuestros vinos en los mercados exteriores (salvo el granel, casi regalado siempre), siendo Ciudad Real la primera provincia productora de España, y Castilla-La Mancha, la primera región). El intento merecía la pena. Aun tratándose de una Feria de ámbito nacional, brindábamos una ocasión única para dar a conocer nuestra tierra en España y en el mundo.
Entré en contacto con representantes institucionales y del sector vitivinícola, bodegueros, periodistas especializados, organizaciones agrarias, sector bancario… y las opiniones de los consultados no resultaron, en principio, evocadoras de un entusiasmo favorable (salvo excepciones que no subrayo aquí por pura delicadeza comparativa) a apoyar la iniciativa por medio de presencias en el apartado expositor o en el de contribuciones económicas. Curiosamente, los profesionales del periodismo generalista provincial sí nos sirvieron de acicate animador desde el principio. Pero mi decisión no sufrió el menor quebranto, a pesar de todo. Apoyaba la idea el Grupo socialista, la Corporación Provincial, y disponía del mejor coordinador institucional, Ángel Amador, y del mejor director, Manolo Juliá.
La primera edición de FENAVIN arrancó el 8 de Mayo de 2001. Logramos atraer a casi 500 empresas (las bodegas de la provincia acabaron respondiendo) y 180 compradores. Resultó milagroso que Bono, presidente regional y Arias Cañete, ministro de Agricultura, asistieran a la Feria (se produjo algún problemilla de protocolo, no atribuible a nuestra organización). A pesar de sus lógicas carencias, los resultados fueron exitosos, máxime si tenemos en cuenta que en estos lares actuamos como Santo Tomás: necesitamos meter los dedos en las llagas del Mesías resucitado, para poder afirmar que está vivo.
Posteriormente realizamos viajes a diferentes países con la impagable colaboración de la Cámara de Comercio y embajadas de España en países consumidores. Las siguientes ediciones fueron casi un coser y cantar. Cada una de ellas fue incorporando novedades y la progresión de expositores y compradores experimentó un ritmo creciente, con la única limitación del espacio disponible en el Pabellón Ferial. Aumentaron los programas de compradores internacionales (provenientes de cada vez mayor número de países) y nacionales, en progresión significativa.
La Galería del Vino, entre otras muchas innovaciones, fue un punto de inflexión de operatividad comercial, garantizando la comodidad y autonomía de los profesionales para catar, comparar calidades y precios, y derivarse después libremente a los stands con el fin de entrevistarse con los “comerciales” correspondientes.
FENAVIN llegó a constituirse en pocas ediciones como la primera Feria monográfica del Vino en España, y una de las principales del mundo.De paso, la hostelería provincial se vio reforzada por razones más que lógicas.
Realizamos un estudio sobre cómo había variado el porcentaje exportador de vino en volumen y en valor, que no ofrecía dudas respecto a la directa intervención de FENAVIN.
No existen los milagros. Pasión, profesionalidad y planificación constituyen la esencia garantizadora del éxito de cualquier proyecto.
Auguro un excelente futuro para FENAVIN. La ampliación y rehabilitación del Pabellón ha sido una iniciativa excelente, que aplaudo muy sinceramente. Todo lo que se siga haciendo por nuestros viticultores, cooperativas y bodegas es poco, en orden a sus merecimientos.El lema “producir menos para producir mejor” sigue siendo el gran reto. Y ahí está, sé que siempre va a estar, la Diputación Provincial de Ciudad Real.