La Navidad es la fiesta de la familia por excelencia. Gusten más o gusten menos estos días, la mayoría de los mortales que la celebran se reúnen junto a los suyos en unos días muy señalados en el calendario. Para disfrutar y pasarlo bien y no atragantarse con el turrón o con pequeñas disputas familiares que no llevan a ningún lado, los profesionales de la psicología nos dan algunas claves.

24 de diciembre.

Seis de la mañana. Suena el despertador. Es lunes pero un lunes diferente, a Susana le quedan bastantes cosas por hacer en el curro pero a las dos de la tarde se acaba hasta el miércoles día 26. Recoge la casa y se prepara para salir, deja a los niños en la cama abrazados al sueño de Morfeo mientras se detiene a mirarlos un momento viendo cómo crecen sin remedio. Sale y coge un café para llevar del bar de la esquina. El tráfico está hoy peor que nunca, al menos es lo que se suele decir aunque hoy Susana lo hace con la boca pequeña, quiere empezar unas navidades en paz sin sumar disputas y cabreos vanos por cosas ajenas a ella.

En la oficina, como siempre, trabaja sin parar pero con gusto. Muchos dicen que es una privilegiada haciendo lo que le gusta, balances de situación, estado financiero, sí, lo cierto es que eso le permite conocer muy a fondo el tejido de las empresas pero en ocasiones no le importaría compaginarlo con dar unas clases en la Universidad para espabilar a los pipiolos de Empresariales y Marketing sobre lo que hay y lo que está por venir. Llega la hora de marcharse, es el momento de bajar a tomar unas cañas y unos vinos con los compañeros de trabajo. ¿Qué vas a hacer esta Nochebuena? ¿Te vas a casa de tus padres o vienen ellos?, se preguntan entre ellos. La respuesta consabida es la de “No voy a hacer nada, pasaré la noche en casa con los míos” pero, como españolitos que somos, siempre hay quien adorna un poco más su discurso sobre la celebración de Nochebuena diciendo aquello de: “Esta noche me voy a forrar” con la consiguiente carcajada de todos sus compañeros.

Susana se apresura porque aún le quedan cosas por hacer y ha quedado a comer con la familia y sus padres en un restaurante. Habitualmente siempre comían y cenaban el día de Nochebuena en casa pero desde que sus padres están con ellos hace cinco años, la comida de Nochebuena es fuera, la cena no.

En el restaurante ya está toda su familia sentada, esperándola. Da besos a todos y se sienta. Nada más hacerlo, como todos los años, va asignando tareas, casi sin darse cuenta, para que no falte nada en la cena de Nochebuena: la recopilación de villancicos, recoger el encargo de la carnicería y la pescadería, sacar el vino, preparar la mesa y los dulces de Navidad, ir a recoger al tío y a su familia al aeropuerto… no ha terminado cuando su hijo la interrumpe para decirle que sí, que hace lo que haga falta si le deja salir esta noche hasta las tres y le sube un poco la paga que quiere ver a Aitana, la de Operación Triunfo que viene a firmar discos esta Navidad a un centro comercial, todos ríen… la juventud…

Tras la comida, los abuelos se quedan en casa, están exentos de hacer recados fuera aunque el padre es un enamorado de los villancicos y saca el cedé de la caja de los olvidos, donde siempre está todo. Sonando ya el tamborilero, la versión de Raphael, la abuela termina de poner los adornos de Navidad en el árbol junto con la nieta, también en el Nacimiento, quedan algunas figuras que poner, unos pastorcillos, unas ovejas y un pequeño puente sobre el río, las nuevas adquisiciones de este año compradas en el centro de Madrid, algunos en la plaza Mayor, nada más poner los puestos porque luego ya no encuentras nada. Desde que ella está en casa de su hija Susana quiere que todos los años se adquiera una nueva figura del Belén, antes no ponían nada o un pequeño portal del chino, qué desastre.

El padre de familia ya ha venido de la carnicería y pescadería. Ha dejado puesto el cordero en el horno y el pescado y marisco en la nevera. Ha ido a recoger a sus cuñados y a su sobrina al aeropuerto Adolfo Suárez, vienen de Italia. Paco vive allí desde hace cuatro años cuando la empresa le trasladó para dos y donde conoció a Sofía y se quedó definitivamente.

El hijo de Susana trastea con la play vía internet y grita desesperado como si le fuera la vida en el juego. Diablos de invento, unas cartas para jugar al cinquillo como toda la vida no pone las cabezas tan idiotas como esa máquina, piensa la abuela. Susana de inmediato llama a su hijo para que le ayude con la mesa. Nunca hay un orden establecido de comensales pero es Nochebuena y cada uno tiene su lugar asignado desde que están los abuelos en casa. Añora a su suegro, fallecido el año pasado, y a su suegra, que pasa la Nochebuena con sus cuñadas en Palencia y que irán a visitar en Nochevieja toda la familia.

Como cada Nochebuena, el amigo invisible llega a casa, Papá Noel para la pequeña Sofía. Desde hace unos años, un vecino se disfraza y recorre algunas casas donde hay niños para regalarles alguna chuchería. Sofía siempre pregunta cuándo llega Papá Noel.

Susana ultima las ensaladas y los aperitivos con la ayuda de los niños y la abuela. Llegan los del aeropuerto y los besos y abrazos se reparten entre todos, vinieron en octubre pero es Navidad y como en el anuncio de un turrón, hay que abrazarse y quererse y comer turrón, claro. Los primos adolescentes cogen a la pequeña Sofía casi en volandas para enseñarle el árbol con los regalos, el belén y los adornos. Sofía pregunta cuál o cuáles de los regalos son suyos, y por dónde ha pasado Papá Noel que no lo ha visto. La niña no los pierde de vista en toda la cena.

En la mesa no hablan de nada en particular, de ellos, de cómo les va la vida, de sus trabajos, de la educación de los niños, de pequeños avatares y disgustos, de los novios que vendrán quien sabe cuándo, de los viajes y poco más. Con dos copas de vino la lengua se suelta y siempre sale algún o algunos políticos y sus politicadas en la bandeja trinchado como un pavo pero sin mayores consecuencias. Termina la cena y los chicos quitan raudos la mesa, quieren salir y ya han quedado. Susana no quiere que salga esta noche el chico, pero es inevitable: Hasta la 1,30, lo tomas o lo dejas…

Más tiempo con la familia

Como Susana y su familia, millones de personas celebran la Navidad con los suyos. Guste menos o guste más esta fiesta y tradición, LA NAVIDAD, nadie o pocos son los que no deciden juntarse con sus padres, sus hermanos, sus hijos, sus abuelos, sus sobrinos, sus primos o sus bisabuelos. También con los suegros,  cuñados, nueras y yernos, con todos sin excepción.

Las prisas del resto del año no dejan tiempo a aburrirse con los tuyos, salvo estas fechas. No hay mejor excusa que la Navidad para pasar más tiempo con la familia y los amigos, aunque sea para no hacer nada en concreto. Así lo indica alguno de nuestros encuestados: “No hacemos nada especial, jugar a las cartas, ver un programa de Navidad…, pero es una buena excusa para pasar más tiempo con ellos”. Otra persona consultada indica: “Sí hacemos algo diferente cada año, viajamos sin tener un lugar en concreto definido y los niños y yo vamos adornando el árbol conforme les va apeteciendo y vamos viendo cosas nuevas que poner, pero siempre nos reunimos con la gente que apreciamos, estamos con la familia y disfrutamos”.

Sin embargo, se pueden producir situaciones que conllevan cierta tensión y malestar haciendo que las Navidades sean odiadas. Según los psicólogos, las reuniones familiares, las cenas de empresa, los eventos y los desplazamientos de una casa a otra, o de una ciudad a otra suponen horarios que cumplir, posibles atascos, cosas que preparar… que pueden agravar el estado de tensión dejando menos espacio al disfrute soñado. Y la cosa se puede complicar buscando el regalo ideal para los seres queridos que, por muchas vueltas que se dan, no se acaba encontrando. A este respecto, los profesionales de la psicología aconsejan que cada uno aprenda a dosificarse, es decir, que baje las expectativas a la hora de satisfacer a los demás y ser satisfecho. Como gráfico ejemplo mencionan la expectativa que tiene mucha gente con la Nochevieja, de pasárselo en grande y aguantar hasta las 7 de la mañana cuando las churrerías están abiertas… resultando finalmente que a las dos de la madrugada están que no pueden con su cuerpo.

De ahí la importancia de saber realmente lo que queremos, teniendo claro que nuestro objetivo es compartir momentos de disfrute con la familia y los amigos. La psicóloga infantil y de familia, Mercedes Navarro, hace una serie de recomendaciones o receta para que logremos ese fin. En primer lugar, es vital una buena gestión del tiempo, preparar la Navidad con antelación, no dejando todo para el último día, que puede acarrear tensión. Una buena opción es comprar los regalos en noviembre, aprovechando por ejemplo los descuentos del Black Friday o fijar un presupuesto real.

Otro apunte primordial a evitar es la comparación con los demás: “Las comparaciones, sobre todo en los aspectos materiales, nos van a generar malestar, siempre nos estamos comparando con esta o aquella persona y muchas veces salimos perdiendo y nos sentimos mal”, indica Navarro.

Otro ingrediente fundamental de una buena Navidad es, o son, los valores humanos, seamos creyentes o no. “No hay que hacer de estas fiestas algo material, que es lo que nos venden. Tenemos que compartir, inculcar valores de bondad, fijarnos en las personas que tienen más problemas que nosotros, entregarnos a nuestras familias que a veces no las cuidamos como se debiera…”.

También caemos en el error de excedernos a veces con las compras hasta el punto de que no nos lo podemos ni permitir cuando lo realmente importante es poder compartir esos días en familia. “Son las fiestas de la familia, cuando nuestros niños sean mayores, eso es lo que deben recordar, las vivencias familiares, no que le regalaron la play”.

En los encuentros familiares, la psicóloga señala que se tiene que llevar claro el objetivo: pasar unas bonitas fiestas de Navidad sin ‘entrar al trapo’ de posibles exabruptos, de un comentario que no viene a cuento, de un gesto que no me gusta. “Es una buena pregunta para hacerse, cuál es mi objetivo en Navidad, y cada cual debe contestar lo que le satisfaga, que en la mayoría de los casos es disfrutar y pasárselo bien con la familia”.

La Navidad es también una época en la que la pérdida de seres queridos hace que se vivan los días con nostalgia, “pero estas pérdidas hay que aceptarlas y afrontarlas porque forman parte de la vida”.

Cumplir con la familia

Las reuniones familiares tienen que ser motivo de alegría, encontrarte con familia que no ves desde hace tiempo, rememorar anécdotas divertidas, hablar de los nuevos cambios que hay en nuestras vidas o sencillamente disfrutar los unos de los otros y no dar importancia a antiguas rencillas es lo que debería primar siempre, no sólo en estas fechas. Bastante complicada es la vida ya para añadirle más.

Pero siempre hay alguien que complica las cosas, a veces sin querer y otras con premeditación y alevosía. Y las reuniones familiares es el “sitio perfecto” para sacar “la basura” y en estas fechas más.

La psicóloga Vanessa Díaz Fernández, del Grupo XXI Psicología, nos explica y analiza lo que a algunas personas les lleva a cumplir con las reuniones familiares, “cuando hablamos de “cumplir” con las reuniones familiares cobra importancia el peso de la tradición y de los valores y creencias que tenemos acerca de lo que se “debe hacer” o es correcto, dejándonos llevar por estas normas “no escritas” que, en ocasiones, van en contra de lo que realmente queremos o de nuestro bienestar.  Otro factor que influye es el temor a defraudar a padres, hermanos, etc…, para los que juntarse es importante, resultando que, al final, nos dejamos arrastrar por la norma social de que hay que reunirse independientemente de lo que nos apetezca, por seguir la tradición, no decepcionar o no sentirnos culpables”.

Vale, ya hemos llegado a la mesa con toda la familia y comienza la cena. Hablamos, todos lo hacemos pero algunos, sólo algunos, discuten. ¿Por qué? La psicóloga Vanessa Díaz nos comenta que discutir no tiene que ser un problema “no podemos estar de acuerdo en todo. El problema viene cuando no se realiza de manera asertiva, respetando la opinión del otro. Considero que es más fácil discutir cuando nos juntamos con determinadas personas con las que no nos llevamos bien, con las que hemos tenido roces y, simplemente, nos reunimos “por seguir la norma”, por obligación, no porque realmente nos apetezca. Otro factor que influye es que solemos beber más de lo habitual, lo que provoca desinhibición, menos autocontrol, y por tanto, más posibilidad de sacar a la palestra temas conflictivos, rencillas, trapos sucios que pueden derivar en una discusión”. Pero ¿cómo evitarlo? No podemos estar callados toda la noche….La psicóloga nos plantea una serie de temas a evitar “existen temas conflictivos de por sí, como la política, la religión, la economía, etc. Sin embargo, hay temas particulares de cada familia que cada uno sabe que es mejor no sacar durante esos encuentros si no se quiere acabar mal. En general, considero que si de fondo hay una buena relación familiar se puede hablar de prácticamente todo de forma asertiva, es decir, haciéndote respetar pero respetando las opiniones del resto, sin querer llevar la razón y sabiendo parar a tiempo”.

Esperamos y deseamos que sepan parar a tiempo y que estas Navidades sean cordiales, familiares, alegres y especiales. Y para los que quieran montar follones, mejor que se reserven sus opiniones y dejen, por lo menos una noche, que el amor y la felicidad fluya en el ambiente familiar.

Texto: Oliva Carretero

Fotos: Ayer&hoy