Francisco Javier Morales

Francisco Javier Morales Hervás/ Doctor en Historia

En unas semanas Miguel cumplirá cuarenta años y en sus cuatro décadas de vida ha conocido territorios muy diversos y vivido episodios intensos. Su experiencia como militar ha contribuido a esa rica trayectoria vital, aunque él se siente un hombre de letras más que de armas, pero, por el momento, las circunstancias no le son propicias para desarrollar su vocación como escritor. Por ello, en el verano de 1587 se encuentra camino de Andalucía para iniciar una nueva actividad para ganarse a vida.

Antes de llegar a Andalucía Miguel ha decidido hacer una parada en Viso del Marqués para contemplar un edificio del que había oído hablar mucho en los últimos años. Se trata del Palacio que don Álvaro de Bazán mandó construir en esta villa para descansar en sus frecuentes viajes entre la capital del reino y Sevilla. Miguel lleva consigo un ejemplar de una novela que había publicado dos años antes, en la que desarrolla una trama pastoril y amorosa ambientada a las orillas del Tajo. Quiere regalar este ejemplar a don Álvaro, al que admiraba desde su grandiosa actuación durante la batalla naval de Lepanto, que fue un extraordinario triunfo de la cristiandad frente a los turcos gracias, en gran medida, a las acertadas decisiones adoptadas por don Álvaro y de las que fue testigo de excepción Miguel.

Palacio del Marqués de Santa Cruz, interior Al llegar al palacio es informado de que don Álvaro no se encuentra en esos momentos, pues está muy ocupado en la corte preparando y diseñando la formación de una gran armada con la que combatir a Inglaterra. No obstante, al presentarse como un veterano de Lepanto se le comunica que puede visitar el palacio si lo desea. Miguel no lo duda ni un instante y durante varias horas se dedicó a disfrutar de cada detalle de un bello edificio que había sido diseñado por el afamado arquitecto Giovanni Castello y cuyas obras había finalizado el año anterior, tras dos décadas de cuidadosas labores constructivas y decorativas.
El resultado era extraordinario, el conjunto rezumaba una evidente inspiración en las formas y principios que triunfaban desde hacía más de una centuria en Italia, donde se había puesto de moda una renovada mirada al pasado grecolatino y a sus cánones constructivos, que Miguel había podido conocer durante su
estancia de más de dos años en tierras italianas. En el palacio de el Viso predominaba la austeridad que el propio rey Felipe II había recomendado para su gran obra de El Escorial y todo estaba concebido con unas relaciones armónicas que permitían distribuir diferentes estancias estructuradas en dos plantas a partir de un patio central porticado apoyado en arcos de medio punto y en el que las pilastras mostraban
la superposición de órdenes dórico y jónico.

Palacio del Marqués de Santa Cruz, interiorTodo el interior del palacio estaba decorado profusamente con pinturas que trataban dos temáticas fundamentales: una de carácter mitológico para ensalzar el linaje de don Álvaro y otra centrada en batallas navales, entre las que, lógicamente, destacaba el gran fresco con la batalla de Lepanto en el Salón del Honor. La visita impactó y conmovió la profunda sensibilidad de Miguel, que, antes de abandonar el magnífico edificio que acababa de visitar, dejó como regalo el ejemplar de su novela con una dedicatoria para don Álvaro de Bazán: “aquel rayo de la guerra, padre de los soldados, venturoso y jamás vencido capitán”.

400 años después de la muerte de Miguel, el excepcional palacio de Viso del Marqués nos invita a disfrutar de una visita que, sin duda, también nos conmoverá.