Fidel Torres / Periodista

Amigo Lorencito, corren malos tiempos para el mundo del periodismo. Bueno, para el mundo en general. Rectifico, para una gran parte del mundo, pues para la otra siempre sopla el aire a favor. De hecho parece como que en las últimas décadas el aire se hubiese puesto a su servicio para que vayan viento en popa a toda vela, no cortando el mar sino volando, con su velero bergantín.

– Maestro admirado, no sé a qué se refiere. Siempre tan enigmático y críptico, tan con segundas y terceras intenciones que se me escapan las primeras. ¿Puede sacar, de una vez, la luz de debajo del celemín?

– A ello voy, genio en ciernes. Como recordarás, pues sé que memoria no te falta, en las dos últimas ocasiones hemos hablado de la decadencia de la profesionalidad en el mundo del periodismo y cómo las mentiras y las medias verdades, especialmente a través de los medios digitales y las redes sociales, pero sin olvidar la prensa escrita, la radio y la televisión, han derrotado a la verdad, al menos a la sana y honesta intención de buscar y trasmitir las informaciones de la forma más verídica posible. Precisamente en la última conversación que tuvimos hablábamos de poner un granito de arena para denunciar esta situación tan lamentable.

– Sí, lo recuerdo. Y yo mostraba mi pesimismo al respecto. Sigo creyendo que va a ser muy difícil poder detener esta avalancha de basura y poder volver a unos medios de comunicación que, en su humildad, intenten informar honestamente al ciudadano. Lo siento, pienso así.

-Sin embargo, afirmaba yo, había que denunciarlo, poner un granito de arena. Y eso es lo que mucha gente está haciendo. Denunciándolo, sacando la luz de debajo del celemín. Y si todos, cada uno en su medida, cada cual con sus medios, luchamos contra esa lacra, más pronto o más tarde lograremos que nuestra sociedad sea más justa y que los vientos soplen a favor de la mayoría, sobre todo de los más débiles, en lugar de que sean siempre los canallas los que se vayan de rositas.

– Supongo que esto vendrá a cuenta de algo, porque llevamos media hora hablando y todavía no sé a dónde quiere llegar. Cada vez se me parece más, oh ilustrado e ilustrísimo maestro, al rey del suspense, don Alfredo Hitchcock, el de “Con la muerte en los talones”.

-Viene a cuento Lorencito, que pareces “El divino impaciente”, a que recientemente he leído un artículo del escritor Antonio Muñoz Molina que viene al pelo de lo que venimos tratando, y del que no me resisto a reproducir un par de párrafos. Son los siguientes: “No es improbable que en un futuro próximo los historiadores sitúen en estas décadas recientes el comienzo definitivo y radical de una nueva época no geológica sino política y moral, y hasta psicológica, que me apresuro a bautizar por mi cuenta como la era de la vileza: aquella en la que habrán desaparecido todos los límites a la manipulación y a la mentira, y en los que la calumnia se difundirá con la desenvoltura de una sonrisa publicitaria y con la eficiencia multiplicadora del estercolero inmundo de la prensa sin escrúpulos y de las redes sociales.

Lo nuevo tarda en advertirse, incluso cuando se tiene ya delante de los ojos. Sin darnos cuenta llevamos mucho tiempo respirando la vileza sin darnos plena cuenta de su toxicidad.

Las redes sociales han universalizado la antigua grosería de la barra de bar y el muro del retrete. La rima cruel, la gracia, la consigna, ahora la repiten en público personas que ocupan cargos públicos y que están seguras de poseer una educación exquisita”.

– Es exactamente lo que el mes pasado queríamos decir en estas páginas. Está claro.

-Como ves no estamos solos. Y ya que va de citas, ahí va otro párrafo de otro artículo de la escritora Carmen Domingo sobre lo mismo. “La prueba de la eficacia de las mentiras —los modernos las llaman posverdad— la vimos en Donald Trump de quien gracias al PolitiFact —una organización sin ánimo de lucro para señalar fake news— supimos que el 70% de las afirmaciones que había realizado durante su campaña electoral eran falsas. No importó, Trump acabó consiguiendo la mayor victoria electoral desde Reagan. En fin, parece que sigue vigente la expresión de Orwell: En tiempos de engaño universal, decir la verdad se convierte en un acto revolucionario”.

– Bien, pero ahora maestro, voy a convertirme en abogado del diablo o, si no, a ver este problema desde otra perspectiva. Verá, sin querer parecer pretencioso ni pedante, ¿no cree usted que de poco iban a servir las mentiras si la sociedad a la que se dirigen no estuviese dispuesta a creérselas? ¿No será que la ignorancia, la pereza mental, la falta de valentía y compromiso, en definitiva que el analfabetismo de nuestra sociedad es lo que propicia esta situación de vileza?

-Sí Lorencito. Así lo creo. Al fin y al cabo tanto los medios de comunicación, como los gobiernos y políticos que tenemos, no son sino consecuencia, reflejo y parte de nuestra sociedad. Somos y tenemos lo que nos merecemos, lo que con nuestro silencio cómplice, con nuestras orejeras, con nuestra cobardía, nos hemos fabricado.