“La celebramos en familia. Es la época del año en que aprovechamos para reunirnos todos. Lo tradicional es poner un Belén. El árbol de Navidad aun siendo una costumbre importada también se utiliza. Nosotros solemos dar los regalos el día de Reyes. La noche anterior cada niño ha dejado sus zapatos en un lugar del salón donde la mañana siguiente aparecerán sus regalos y también se suele dejar preparado un poco de turrón y tres copas de cava para los reyes y un cubo de agua para los camellos.” “Para mí la Navidad es pasarlas con la familia y las cenas”.

Y ya está. Son dos opiniones personales que reflejan la idea que en general todos tenemos de la Navidad. Sin embargo estas dos o tres semanas de final de año son mucho más complejas, con infinitas ramificaciones, tantas como personas o circunstancias.  ¿Cómo pasa la Navidad un médico de guardia, o un policía, o un enfermo, o un preso, o un padre que acaba de perder a su hijo? ¿Cómo pasa la Navidad un niño de ocho años y como lo hace un anciano de 80? ¿Cómo la pasa quien lleva dos años sin trabajo? ¿Y quién acaba de encontrarlo? Son millones de Navidades imposibles de abarcar.

Navidad reportaje

Foto: Azul Alicia Fotografía

Si simplificamos, y recordamos lo que año a año se repite, así sería como se ve la Navidad desde fuera, la cáscara de estas “fiestas entrañables”: Luces en las calles. Adornos en los escaparates. Villancicos sonando en las tiendas. La cantinela de los niños de la lotería el día 22. Las televisiones a mediodía diciendo dónde y cómo tocó la lotería, los agraciados vertiendo cava por las calles, abrazándose, brincando y chillando ante las administraciones que vendieron el Gordo y el segundo premio. Los comercios llenos en la mañana del 24 y las calles vacías en la tarde del mismo día. El mensaje del Rey. La cena de Nochebuena en familia. La Misa del Gallo desde Roma en la televisión. La programación especial de televisión que ya no lo es y a nadie le interesa. Día de Navidad con la ciudad desierta. Comida en familia tras cena en familia donde ya se empieza a sentir la pesadez de lo comido y cenado. Montones de turrones y dulces en bandejas. Días de intermedio, con más comidas de empresa o de amigos hasta que se repite la historia y llega la Nochevieja. Ruido, cotillones, alcohol, bailes y churros con chocolate. Descanso y silencio hasta la cabalgata de Reyes. Traca final. Cuesta de enero.

Pero esto, que es general para todos, no se vive de esa forma a nivel particular.

“Como llevo fuera de casa desde los 18 años lo que deseo es poder volver a casa a reunirme con la familia como el anuncio ese, vuelve a casa por Navidad. Sin embargo no me gusta la Navidad en sí, porque considero que es una fiesta muy triste. Para mí es la fiesta más triste de todo el año. No sé si por el tiempo, las pocas horas de sol. Sin embargo la Semana Santa, que religiosamente debía ser triste, la veo mucho más alegre. Y no es porque esté fuera, lo que significaría alegría de volver a casa. No. Ha sido una sensación de siempre. En cuanto a la diferencia entre Nochebuena y Nochevieja, tampoco la veo, excepto que la familia suele ir un día a casa de unos y después  a la de los otros. Tampoco me influye mucho las novedades y cambios, como Santa Claus y el abeto con las luces, porque en mi casa nunca se ha puesto Belén ni Árbol. Tampoco hacemos grandes reuniones familiares. Sólo los padres, hermanos y abuelos. Nada de tíos ni primos”. Es una opinión al azar, a pie de calle. ¿A cuántos les pasa lo mismo?

Hay una cosa clara, ley de vida. Según van pasando los años, con distintas edades,  se va viendo de forma diferente.

“No es una de las fechas del año que más me guste. Sólo le veo la ventaja de poder ver a gente que durante el resto del año no se tiene contacto. Familiares sobre todo. Pero aborrezco que todo sea comprar y comprar. Parece que si no te gastas dinero la Navidad no existe. Cuando era chiquitina sí me hacía ilusión. Por los Reyes. Lo que si me hace ilusión ahora es la Nochevieja, porque cocino yo, aunque nos juntamos pocos. Nos partimos uno día en un sitio y otro en el de mi novio. Mejor la Nochevieja, sales un ratito”, comenta una joven que pasaría sin pena ni gloria de estas fiestas.

“De la Navidad me gusta la temperatura y el recogimiento. Respecto a lo demás no le veo mucho interés. No me gusta para nada la parte comercial de estos días. No hay nada más allá de las comidas y cenas socialmente habituales. De todas formas, desde pequeño el ambiente familiar siempre me ha significado disfrute, aunque no lo terminase de entender. Pero todo eso ha cambiado muchísimo, porque las personas, cuando crecen cambian y el punto de vista es muy distinto. Además estas fiestas nunca las he visto desde el punto de vista religioso”, nos comenta un joven que tiene su ilusión puesto en su hijo recién nacido y a quien no atraen las luces ni los adornos que considera tan falsos como el ambiente de fraternidad que se predica estos días.

¿Y la religión? Podemos asegurar que no es esa la idea que hemos sacado de la encuesta llevada pie de calle. Consumismo, consumismo y consumismo. Esta es la idea que impregna al ciudadano de a pie. Unos con alegría, los niños y chicos más jóvenes; otros con agobio, quienes tienen que pagar todos los excesos de su bolsillo; otros con pena y lástima, aquellos que por edad, los ancianos, ven sus Navidades ya demasiado lejanas, porque éstas, ya no son suyas.

“Me gustan mucho las comidas pero no entiendo todo eso de los regalos, tener que gastar un dineral en cosas que no son necesarias. Antes era más entrañable y acogedora. Ahora cada uno va a lo suyo, somos más independientes. Antes era familia, unión y armonía. Otros valores que hoy en día no se ven. Creo que la gente, con tantas fiesta y regalos durante todo el año, ya no coge estas fiestas con tanta ilusión. Hay mucho consumismo. No basta con un solo regalo, ahora tienes que regalar ocho o diez cosas. Antes estabas todo el año deseando que llegaran. Nuestra celebración es en familia, padres, hijos y abuelos. Ahora eso se ha acabado”, comenta un hombre de mediana edad a quien rodean sus hijas con la intención de arrastrarlo a la tienda inmediata.

“Lo que más me gusta es estar de vacaciones. Y estar con mi padre. Y lo que menos que se terminen las vacaciones”, comenta una jovencita que en realidad lo que desea es que sus padres no se hubiesen separado. Para ella la Navidad es todo, menos una fiesta familiar.

“La Navidad es que la familia está junta. Se reúnen todos, estén cerca o estén lejos. Pero se está convirtiendo en algo demasiado comercial. La Navidad debe tener un espíritu más de familia”, nos comenta alguien que todavía ve que su familia se reúne pero nota que a su alrededor no es así.

“Antes era mucho más entrañable, simplemente porque con menos había una ilusión loca. Ahora, sobre todo porque van faltando las personas, es de otra manera. Se vivía de otra manera porque no te faltaba nadie. Ahora los hijos la viven pensando en sus propios hijos, nuestros nietos. Nosotros ya pasamos del tema. Las navidades son una barbaridad de cifras. Pero ¿de qué vamos?”, comenta una abuela que puede tener pronto biznietos y que aborrece una Navidad que no es la suya. Porque para ella la Navidad no eran las comidas, ni las luces, ni el turrón. Ni siquiera estar en familia. Para ella la Navidad eran los vivos que ya están muertos. Aunque no se reuniesen aquella noche, porque entonces, cuando vivían, tenían la posibilidad de juntarse. Porque la Navidad, como todo en esta vida, no es lo que es, sino la posibilidad de ser. Y para muchos la Navidad no es posible. Bien porque tienen muerto el cuerpo. Bien porque tiene muerto el espíritu. Bien porque simplemente ya no existen.

Carretera y manta

Pero no todo el mundo pasa las Navidades en casa. No todo es hogareño. Aunque alguien no lo crea la Navidad es una de las mejores épocas de los viajes en familia. Y es algo que está en constante crecimiento. Sobre todo en Nochevieja. En Nochebuena sigue la tendencia de pasarla en el hogar, pero cada vez son más las personas que huyen de la Nochevieja y se van de viaje en familia, incluyendo a los abuelos. Pero incluso en Nochebuena hay personas, sobre todo mayores, que se encuentran muy solos, que aprovechan para cambiar de lugar, buscando tranquilidad y, por qué no, alejarse de un ambiente que no les atrae.

Según se nos comenta desde una veterana agencia de viajes de la capital “la tendencia se empieza ya a manifestar en el “previo”, el viaje de La Constitución, bien para ver los mercadillos navideños europeos, o simplemente para ir de compras a Nueva York. Pero es en plenas navidades cuando cada vez más familias deciden quitarse de encima la famosa cena y buscar lugares cálidos, caso del Caribe o Canarias. Son viajes de distinta duración, pero hay familias que se reservan vacaciones -ya que cada vez la gente las coge más fraccionadas- para estas fechas y fácilmente pasan más de una semana fuera de Ciudad Real”.

Lo normal es marcharse antes de Nochevieja y regresar en Reyes. Lógicamente estos viajes están condicionados por cómo caiga la Nochevieja. En cuanto a la inversión en el viaje, hay de todo, desde el grupo de amigos que se van a una casa rural hasta quienes se toman unas vacaciones de lujo. “Todos estos viajes se suelen reservar con bastante antelación, puesto que cada vez hay más demanda. Poco a poco se está convirtiendo en una costumbre/necesidad que se está equiparando al de las vacaciones de verano. Ocurre algo parecido con la Semana Santa. Lo único que cambian son los destinos, según el clima. Nueva York está adquiriendo una gran importancia en Navidad, tanto por la posibilidad de las compras, como por la imagen Navideña que muestra la ciudad”, termina afirmando la empresa de viajes.

El bazar de las gasolineras

Veamos ahora la Navidad desde otro punto de referencia: las gasolineras. Hace años, quizá demasiados, las gasolineras desempeñaban un papel muy especial en las noches de Nochebuena y Nochevieja. En esas dos fechas eran punto de encuentro obligado, base de operaciones, enlaces, lugar de paso convertido en oasis en la noche. No es que estuviesen abiertas por la noche, pero los profesionales del motor, camioneros y taxistas, tenían la parada obligatoria para felicitar y ser felicitado, tomar una copa, recibir un regalo y desear a todos, conocidos o desconocidos, las felices pascuas. De aquello nada queda. De hecho se cierran una hora antes de lo habitual. Pero…, sí. Esas dos tardes, y la mañana del día siguiente la actividad se dispara. Apenas se vende gasolina, pero sí pan, sal, azúcar, vino, bombones, licores, refrescos, helados. De todo. Son el bazar de las sorpresas. Como todo está cerrado la gasolinera se convierte en la salvación de las amas de casa y de los visitantes. Porque, ¿saben qué es lo que en esos dos días más se vende? Pues licores y chocolate.

Claro que, al fin y al cabo, ambos productos son un excelente combustible “para ir de marcha”.