Fidel Torres / Periodista

César, dices que crees que Pompeya es inocente de toda complicidad. Entonces, ¿por qué la repudias? “Porque la esposa de César, como toda la familia de César, debe estar por encima de toda sospecha”. Este fue, aproximadamente, el diálogo que Cayo Julio César, entre otras muchas cosas conquistador de La Galia y posiblemente el romano más importante (que no el más grande ni el mejor) de todos los tiempos, contestó tanto a sus familiares y amigos, como al resto de los romanos, entre ellos sus peores enemigos. El motivo del repudio de la esposa fueron las dudas que hubo sobre la implicación de ésta, o no, en el asalto a una fiesta religiosa exclusiva para mujeres (la Bona Dea) por parte de uno de los canallas más grandes que ha existido en la historia de Roma (y hubo muchos), Publio Clodio, que se introdujo en la misma disfrazado de mujer con el objeto, al parecer, de seducir a Pompeya, esposa de Julio César. La frase ha pasado a través de la historia más o menos traducida como “La mujer del Cesar no sólo ha de ser decente sino que, además, debe parecerlo”.

– Bien, bonita historia, tal y como es tradición por parte de vuestra excelencia, oh maestro de maestros de maestros, como ya en otras ocasiones os he definido. Pero mi pregunta es: ¿A cuento de qué viene este cuento?

– Pues este cuento viene a cuento de que han pasado aproximadamente 2086 años desde el famoso incidente, de la postura ética de Cayo Julio César sobre él mismo, y seguimos no sólo no repudiando por lo que parece sino siquiera por lo que realmente es.

– Más aclaraciones, por favor.

– Sí, ahí van. Me refiero en concreto a la corrupción, y no a la general de todos nosotros (nos harían falta mil páginas como ésta sólo para entrar en materia) sino a la corrupción política, a la de nuestros políticos, a esos servidores nuestros, a los que muy generosamente se les abonan sus salarios, más elevados cuanto más elevadas son sus responsabilidades (aunque muchas veces las capacidades de dichos políticos son inversamente proporcionales a las responsabilidades que deben afrontar y asumir).

– Más explicaciones, por favor ¿Qué tiene que ver César y sus frases con el escándalo que día a día salpica nuestra vida pública?

– El modelo que nos da, el espejo en el cual verse. César, además de gran militar, fue un gran político. Su decisión sobre su mujer no se debió a un acto de generosidad hacia ella, sino a un acto egoísta hacia sí mismo. No le importaba la fama de su mujer, le importaba la suya. Y no porque a él le preocupase la opinión que sus amigos o enemigos tuviesen sobre él mismo, sino lo que dicha opinión (o habladurías) pudiese influir en deteriorar su vida pública, de su carrera política. Como gran político no daba un sólo paso que no fuese encaminado a obtener su objetivo final.

– O sea, que nuestros políticos no sólo, son corruptos, sino que son unos mediocres a la hora de desarrollar su propia carrera pública.

– Más o menos. Pero antes de seguir quiero dejar muy claro un punto: no me refiero a todos los políticos, sino especialmente a los principales dirigentes de los partidos, ya que hay muchos militantes y cargos (alcaldes, concejales…) de la política local y regional que no sólo son honrados sino que hasta lo parecen. Que quede muy claro que me refiero a los de más arriba, desde la extrema izquierda a la extrema derecha.

– Aclarado. Por lo menos para mí.

– Pues eso, que me llama la atención la mediocridad de nuestros representantes a la hora de desarrollar su carrera política, así como a la forma de argumentar y presentar sus decisiones y, sobre todo, cómo son incapaces de mantener limpia una imagen que debería ser el principal argumento para que el ciudadano les vote. ¿Cómo no se dan cuenta de que una persona sencilla, a quien le cuesta sangre, sudor y lágrimas poder dar de comer a su familia y vestirla decentemente, educar a sus hijos con gran sacrificio, sin otro horizonte que horas y horas de trabajo duro y anónimo, no puede tolerar la desvergüenza y el saqueo de las arcas del Estado por parte de una pandilla de gansters? Y ¿no se dan cuenta de que al final, por la mala conducta de una minoría de desaprensivos, toda la clase política, también los justos y honrados alcaldes y concejales, termina embarrada, sospechosa y en pleno descrédito?

– Me imagino que este enfado viene dado por el reciente caso de la compra de mascarillas y los otros similares que, a raíz de éste, están saliendo todos los días, salpicando a todo bicho viviente como cuando un coche pasa sobre un charco embarrado a toda velocidad.

– Sí. Mi indignación o, mejor dicho, la gota que ha colmado el vaso, ha sido esa falta de reacción inmediata, tanto por parte de los directamente implicados como de sus superiores responsables (jerárquicamente en el partido) para dejar limpia dicha imagen política. Esa imagen que ha de ser un espejo en el que el ciudadano debe verse. Pero se me acaba el espacio y queda mucho por decir, así que seguiremos lamentándonos en el próximo número de esta revista.

(Continuará)

 

Imagen superior: Estatua de Cayo Julio César en el Museo del Louvre, en París Foto de Rudy and Peter Skitterians (Pyxabay)